Hacía tiempo que debía encontrar mi hueco para Calamaro en el blog. A pesar de no ser muy de su "ruido", sabía que se merecía su oportunidad, y aquel día en la Avenida de Madrid llego su momento sin que yo lo supiera.
De nuevo con las zapatillas calzadas, gastando suela en el asfalto, y esperando la salida de una carrera siempre especial para mí como son los 15 kilómetros de Donosti. Sobresaltos de inicio, olvidos, carreras, acelerones antes de empezar que obviaron el calentamiento, y ánimos, sonrisas y calor placentero a lo largo de toda la prueba.
Conseguí vivir un cumulo de emociones y sensaciones ideales en cada zancada. Mi mente rodaba en positivo y mis piernas lo notaban. Jamás había conseguido mantener un ritmo tan alto de carrera. Solo deshizo la perfección de la prueba un tirón a falta de poco más de dos kilómetros para acabar. Un pinchacito que no supuso nada aquel día pero que a la postre resultó ser mi homenaje particular al "Calamar". Sin duda, mi dulce condena.
Una hora doce minutos exactos. a cuatro cuarenta y ocho el kilómetro.
Y cuando el juez golpeo la madera con su mazo, dicto sentencia condenandome a privación de media maratón y obligación de realizar trabajos forzados a cubierto durante dos semanas y media, todo ello en la peor de las celdas, esa en la que los contagios por infecciones son inevitables.
Condenado a dicha pena y torturado por las dudas, llegue a Artía, que no a Behobia, con la incognita de si volvería a caer preso de mi ser o conseguiría ser de esos que consiguen agrandar su leyenda entre rejas. Pues bien, solo supe tirar de épica un kilómetro, el resto fue un querer y no poder y a partir de Capuchinos ni siquiera eso; A partir de la inolvidable sonrisa con dedicatoria incluida, se convirtió en un no creer y no poder. Eterno Gaintxurizketa, infinito Miracruz y larga muy larga la Behobia, la más larga de todas las que he corrido en metros y en tiempo (1:43:53).
Y aún así y todo, no puedo sino valorar el valor, la infinidad, la eternidad, el aliento y sentimiento, el apoyo y esos pelos de punta en Behobia, que no en Artía, bajando Gaintxurizketa, en Errenteria, muy especialmente en "Capu" y al llegar a Donosti. Siempre es especial la Behobia, aunque la siguiente condena sea cadena perpetua a este circuito sin Lezo, sin puerto y sin "Behobia", se volverá a sonreir, se volverá a intentar y espero esa vez sí antes de correr soñar. Será como empezar de cero...