Primera entrada de 2013, esa que llega tras recibir un montón de deseos de felicidad, de prosperidad, de que todo vaya bonito, de que sea un año siempre mejor que los anteriores... en fin, todas esas cosas que se dicen la docena de días posteriores a las doce campanadas más del año. Quizá no muchos de esos gestos son más que actos protocalarios, son pocos los que llegan a ser deseo, sentimiento; pero por pocos que sean parece que este año van teniendo valor Real.
Uno se despierta un día y ve lo que le rodea, se para a pensar en esa frase que tan poco me gustó en un primer momento cuando mi amiga monja me la dijo "quitando el resto lo demás bien" y se da cuenta del posible valor que rodea a la misma. Lo demás bien, muy bien.
Esa parte de mi ser que sin ser yo lo es, sigue ahí presente, como no, aquellos que me acompañan en este momento de recuperación de la adolescencia perdida, mis enemigos íntimos, son más íntimos que nunca y menos enemigos que siempre, aprendo que todos necesitamos un poco de Sur para poder ver el Norte, que mis pequeñ@s se hacen grandes, son grandes y me hacen grande, llego además a sentir por un momento que el hielo se derrite aún haciendo frío al otro lado de los puentes, que hasta los números se ponen de mi lado y que en el mundo de los ladrones puede haber por quien merezca la pena ser robado.
Y sobre todo veo, siento, que en medio de la locura que cubren los días, las semanas, un par de horas de cordura pueden llegar a ser lo más... lo más. Y aún así, pido que para cuando lleguen a mi esos días de paranoia, me pongan el vídeo de la Real de la víspera de San Sebastián de 2013 ¿Estaré loco ya o aquello fue Real?