Cualquiera que hable de Islandia va a hablar de sus cascadas, sus aguas termales, su radical tiempo, su gente tranquila, los glaciares, icebergs y demás, y yo... yo no voy a ser menos, pero aún a riesgo a sonar arrogante, aquello pudo ser lo de menos aún siendo lo más grande que he visto en tiempo y de lo más grande que he visto en mi vida.
Seljalandsfoss, se apareció ante nuestros ojos casi sin saberlo al igual que aquel día que me enamoré de ella cuando apareció en la imagen de arranque de Windows en mi pórtatil. Soñé con verla desde atrás con el sol de fondo en un amanecer o anochecer de ensueño, me conformé con calarme entero impresionado por su poder; Skogafoss nos acunó con su sonido en la noche; y Gullfoss, nos abrió la mente en una demostración de que la naturaleza siempre será más grande incluso de lo que uno puede llegar a imaginar.
Jokulsarlon, uno de los lugares que más me han impresionado desde que puse los pies en esta tierra. Hielo con color de pitufo flotando en un lago inmenso. De nuevo una sensación de poder celestial en la tierra. Nunca antes tan cerca del cielo... jamás tan cercano al infierno. Y aún así creo que solo vimos eso, la punta del iceberg, y nunca mejor dicho,
Imprescindible resulta la prescindible Reikiavic, capital más septentrional de Europa. Identidad propia en la, seguramente, urbe menos identitaria de toda la isla.
Jamás había pasado tanto frío, no había sentido tanto calor salir de la propia tierra y aún menos había mezclado ambas sensaciones hasta hacerlas placer puro. Impresiona el geyser Geyser, aún más Strokkur, te sorprende la Secret Lagoon y tanto o más el Blue Lagoon.
Tanta lluvia, más nieve, aún más viento e incluso bellos momentos de sol y estrellas. Ni rastro de la aurora boreal soñada, en cambio, rastro sí de la aurora boreal vista. Pequeña en su proyección, tan grande en su valor. Kilómetros recorridos en su búsqueda, sueños compartidos hechos proyecto y camino aún sin ser realidad soñada. Enseñanza, moraleja, aprendizaje, crecimiento: La felicidad es un camino, no un destino.
Y en el camino estamos y en el camino queremos estar. Ya un día escribí que Islandia resulto ser el regalo en sí, envuelto en papel Gipuzkoano, celo Noruego y pegatinas de felicitaciones Madrileñas, que una vez despojado todo ello, el país del hielo hacía acto de presencia dejando ver el legado quizá más importante, y hoy en cambio, pasado ya un tiempo siento que incluso Islandia resultó ser una parte del envoltorio de lujo. El regalo esencial no fue sino el sentimiento compartido, el deseo de una VIDA en común.
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