
Había una vez una elefanta juguetona que cuando se aburría se ponía a jugar con su ojo. Tal y como lo oyen. Alzaba su trompa, pinzaba su ojo derecho y ¡ale! a jugar con él a Ping-Pong. Lo lanzaba con su patita hacia arriba "ping" y lo recogía con su trompa antes de que cayese "pong"; lo tiraba con su orejota "ping" y lo recogía con su culete "pong". Así pasaba horas y horas.
Un día de esos en los que estaba aburrida, se quitó una vez más su ojo derecho y se puso a jugar con él. Arriba y abajo, arriba y abajo... hasta que de repente "¡chof!" su ojo calló al agua del río junto al que estaba jugando. La elefanta nerviosa comenzó a remover el agua del río tremendamente nerviosa. Metió su trompa en el agua y empezó a mover su trompa de un lado para otro en busca del ojo, pero en vez de encontrarlo lo que hizo fue enturbiar el agua, ya que levantó el fango, las piedras y la suciedad enclavada en el fondo del agua. Lo intentó durante una hora larga, sin conseguir el resultado deseado... así que decidió pedir ayuda al resto de animales.
Primero lo intentó con los animales del río:
- Sapo, has visto mi ojo? - preguntó la elefanta.
- No, no, no. No he visto tu ojo. le dijo el sapo.
- Y tú salmón, has visto mi ojo?-
- No, no, no. No he visto tu ojo. le respondió el salmón.
- Y tú, renacuajo, tú has visto mi ojo?
- No, no, no. No he visto tu ojo.
La elefanta se pusó aún más nerviosa, así que lo intentó con el resto de animales que se encontraban junto al río.
- Jirafa, tú que desde ahí arriba lo ves todo, has visto mi ojo?
- No, no, no. No he visto tu ojo. Le respondió resignada la jirafa.
- Y tú, jabalí, has visto tú mi ojo?
- No, no, no. no he visto tu ojo.
- y tú, Chimpancé, has visto mi ojo?
- no, no, no. No he visto tu ojo. Lo siento elefanta.
De repente apareció del fondo del mar el hipopótamo, que siempre abría su enorme bocoza con una sola intención: reirse de todo y todos. Así que cuando la elefanta le preguuntó si había visto su ojo, el hipopótamo le miró fijamente y le dijo:
- Sangalí, sangalí, sangalí... que en el lenguaje de la sabana significa "jodete".
Desde entonces cada vez que la elefanta le preguntaba a algún animal si había visto su ojo, todos le respondian que no y luego le decían "sangalí" mientras se reían de ella: hasta que en un momento dado, salió una niña entre los arbustos que había visto todo lo ocurrido, se dirió a la elefanta y le dijo:
- Tranquilizate amiga elefanta. Yo te veo jugar con tu ojo desde aquí escondida todos los días y hoy he visto todo lo que ha acurrido.
- ¡¿sí?! ¿y has visto mi ojo? - le preguntó la elefanta con gran ilusión y esperanza.
- Ante todo y sobre todo calmate. Tranquilizate. tomate tu tiempo.
La elefanta le hizo caso mientras le miraba sorprendida.
- Fijate en el agua, deja que se tranquilice, que el barro levantado repose. Ahora, ahora que el agua está en calma, que se encuentra cristalina y transparente será más fácil que encuentres tu ojo en ella. Acercate al agua, ven a la orilla y mira a ver si ahora ves tu ojo.
La elefanta le hizo caso, se asomó y miró a través del agua limpia y pura, sin ver el ojo por ningún lado.
- Niña, no veo mi ojo, no lo veo.
- Elefanta, fijate bien ¿qué ves?
- no veo nada, cero, nothing...
- ¿Seguro?
- Sólo veo mi carota reflejada en el agua.
La niña se montó en la cabezota de la elefanta y mientras ambas se miraban en el agua del río le señaló su ojo izquierdo diciendole.
- Yo sí veo tu ojo ¿y tú?
Un día de esos en los que estaba aburrida, se quitó una vez más su ojo derecho y se puso a jugar con él. Arriba y abajo, arriba y abajo... hasta que de repente "¡chof!" su ojo calló al agua del río junto al que estaba jugando. La elefanta nerviosa comenzó a remover el agua del río tremendamente nerviosa. Metió su trompa en el agua y empezó a mover su trompa de un lado para otro en busca del ojo, pero en vez de encontrarlo lo que hizo fue enturbiar el agua, ya que levantó el fango, las piedras y la suciedad enclavada en el fondo del agua. Lo intentó durante una hora larga, sin conseguir el resultado deseado... así que decidió pedir ayuda al resto de animales.
Primero lo intentó con los animales del río:
- Sapo, has visto mi ojo? - preguntó la elefanta.
- No, no, no. No he visto tu ojo. le dijo el sapo.
- Y tú salmón, has visto mi ojo?-
- No, no, no. No he visto tu ojo. le respondió el salmón.
- Y tú, renacuajo, tú has visto mi ojo?
- No, no, no. No he visto tu ojo.
La elefanta se pusó aún más nerviosa, así que lo intentó con el resto de animales que se encontraban junto al río.
- Jirafa, tú que desde ahí arriba lo ves todo, has visto mi ojo?
- No, no, no. No he visto tu ojo. Le respondió resignada la jirafa.
- Y tú, jabalí, has visto tú mi ojo?
- No, no, no. no he visto tu ojo.
- y tú, Chimpancé, has visto mi ojo?
- no, no, no. No he visto tu ojo. Lo siento elefanta.
De repente apareció del fondo del mar el hipopótamo, que siempre abría su enorme bocoza con una sola intención: reirse de todo y todos. Así que cuando la elefanta le preguuntó si había visto su ojo, el hipopótamo le miró fijamente y le dijo:
- Sangalí, sangalí, sangalí... que en el lenguaje de la sabana significa "jodete".
Desde entonces cada vez que la elefanta le preguntaba a algún animal si había visto su ojo, todos le respondian que no y luego le decían "sangalí" mientras se reían de ella: hasta que en un momento dado, salió una niña entre los arbustos que había visto todo lo ocurrido, se dirió a la elefanta y le dijo:
- Tranquilizate amiga elefanta. Yo te veo jugar con tu ojo desde aquí escondida todos los días y hoy he visto todo lo que ha acurrido.
- ¡¿sí?! ¿y has visto mi ojo? - le preguntó la elefanta con gran ilusión y esperanza.
- Ante todo y sobre todo calmate. Tranquilizate. tomate tu tiempo.
La elefanta le hizo caso mientras le miraba sorprendida.
- Fijate en el agua, deja que se tranquilice, que el barro levantado repose. Ahora, ahora que el agua está en calma, que se encuentra cristalina y transparente será más fácil que encuentres tu ojo en ella. Acercate al agua, ven a la orilla y mira a ver si ahora ves tu ojo.
La elefanta le hizo caso, se asomó y miró a través del agua limpia y pura, sin ver el ojo por ningún lado.
- Niña, no veo mi ojo, no lo veo.
- Elefanta, fijate bien ¿qué ves?
- no veo nada, cero, nothing...
- ¿Seguro?
- Sólo veo mi carota reflejada en el agua.
La niña se montó en la cabezota de la elefanta y mientras ambas se miraban en el agua del río le señaló su ojo izquierdo diciendole.
- Yo sí veo tu ojo ¿y tú?
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