Olor a Curry, sabor a una mezcla entre currywrust, Donër Kebap y mucha bier, tacto de cañón prohibido, sonido tecno, vistas de una renovación aún por terminar donde conocer sin comprender para no olvidar.
Un pasado avergonzante marca el sello de la capital alemana haciendo de sus edificios parte del ser de los Berlineses, de ese deseo de renovar, de mostrar su capacidad de resilencia al mundo, algo así como decirle al resto de los vivos "Somos capaces de hacer estas grandes cosas del mejor modo posible..." además de hacerlo sacando pecho; eso sí con la cabeza gacha, escondidos detrás del oscurantismo que en muchos casos marcan sus tatoos, su imagen ruda, sus erres y ges extremas y ensordecedoras; y es que a la frase entrecomillada, quizá le sobran puntos suspensivos y le faltan letras que digan "... a pesar de que fuimos capaces de hacer aquellas otras del peor modo posible".
Brandenburger Tor es el emblema, la imagen de la ciudad, desde donde es sencillo llegar al Reistag, uno de esos pocos lugares en los que la ciudad exhibe la bandera alemana, un ejemplo más quizá de la frase anterior en cursiva, aunque no tanto como Eisenman, el monumento levantado a los judíos asesinados en Europa simplemente por serlo. Chocante, extraño ver como en la representación de cientos de tumbas hoy juegan los niños, se besan los adolescentes o los turistas paseamos entretenidos y contentos como si fuera un divertido laberinto.
El muro es quizá la esencia de todo esto que sin verlo realmente sientes. Puntos que pasaron de ser lamentación para pasar hoy a ser... lamentación, pero al menos monumental, repito, necesaria. Ni siquiera los grafitis de East Side Galery llegan a ser lo que un turista al uso espera de una galería de arte, pero de nuevo muestran bien a las claras el mejor modo posible... el peor modo posible.
Haciendo enfasis en la idea, nos encontramos con los bunkers de la guerra fría, esos enormes zulos bajo tierra escondidos, o no, para proteger a los berlineses de un supuesto ataque nuclear que aún no llego. Y digo escondidos, o no, porque a veces están a la vista siendo una compleja estación de metro convertible en refugio. Racional irracionalidad. Infeliz ingeniería alemana. Grandeza de la que pavonear sin dejar de sonrojarse una vez más.
Pero si hay un lugar donde no hay modo alguno de sentir orgullo de ningún tipo, ese es Sachsenhausen, campo de concentración nazi reconvertido poco después a campo de exterminio. No hay palabras. Incalificable. Ir, estar, escuchar, aprender, ver, conocer, no comprender y seguramente sentir, pero no demasiado no vaya a ser que la tristeza, un sentimiento, nos impida simplemente sentir.
Y por lo demás recomendables calles para perderse como Unter den Linden, parques enormes como Tiergarten en el que sorprenderse viendo ante ti un zorro, largas avenidas llenas de vida donde disfrutar de cervezas y sonrisas rodeado de extraña normalidad prohibida pero legal como Oranienburger Strasse o Karl Marx-Allee, y por supuesto Alexanderplatz, centro neuralgico de la ciudad, y ya en otro estilo mucho más cuidado y digamos bello-tradicional, en la isla de los museos,´donde poder ver la Berliner Dom o Pergamonmuseum.
Berlín, una ciudad que no llena los ojos por su belleza, pero que más que llenar hace rebosar la mente de ideas, de recuerdos, de conocimientos, diría que imprescindibles para valorar lo que somos o simplemente que somos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario