De Eibar a Barcelona vía Anoeta pasando por una caja de recuerdo en la soci, Urederra, Bilbao, el Nervión, San Pedro que, cómo no, nos abrió las puertas del cielo con sus llaves, Sunbila, Doneztebe, Biarritz y su luz, Zarautz, eterna Donostia, Artikutza, nevado Arritxulegi, por supuesto Oiartzun, Rente... y seguro que muchos lugares más que me dejo en el camino, ese que se convirtió en falso destino. Y todo ello para llegar a no llegar. Nunca creí en el destino y razón me da el hecho de que no lo haya habido.
Frialdad de muñeca de hielo ante baldíos intentos a la desesperada de encontrar en algún recodo de su corazón algún lugar en el que instalar el campo base. Rendición disfrazada de lucha desigual en la que sustentar la huida verbalizada en un "no te mereces que huya", para terminar huyendo igual. Dichosa diplomacia hasta ese momento jamás utilizada, para decir lo que jamás se dijo y siempre se interpretó. Dolor que queda por asumir y, creer, aunque no hoy ni ahora, que la visión de mañana volverá a basarse en cuasi olvidadas utopías generadas en la mente de un orgulloso iluso. Vuelvo a mi hogar, mi verdadero hogar y no a ese que estuve a punto de confundir por propio.
Mis mejores deseos de corazón para tí. Mis mejores deseos de corazón para mí.
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