El 22 de mayo de 2010 participé en mi primera triatlón. Fue en Hondarribi. Cuatro años y pico después me plantaba de nuevo en tierra fronteriza, en ese pueblo especial donde residen un par de sonrisas que me sirven de gasolina para avanzar por estos caminos de la vida, y en este caso también para debutar en una triatlón sprint. 750 metros a nado, algo más de 20 kilómetros en bici y 5.000 metros corriendo por delante.
Un sol radiante, igual que cuatro años atrás, acompañaba e invitaba a hacer la prueba con una sonrisa de oreja a oreja, para disfrutar de la carrera en sí misma y de esas sensaciones que hacen a uno sentirse grande, sentirse único, sentirse feliz... Sentirse sentir.
Sonó la bocina que daba comienza a la prueba y como siempre en ese instante en el que hay que zambullirse en el mar, me vinieron los recuerdos de esa primera triatlón allí mismo, en la que recibí más golpes de los que jamás había recibido hasta ese momento en mi vida, y quizá debido a ello, en esta ocasión supe esquivarlos al comenzar a nadar, aunque sorprendentemente los recibí más adelante, al pasar junto a las boyas e incluso en medio del mar, en la recta que iba de la primera a la segunda ciaboga. Aún así nade a gusto, especialmente en el último tramo, donde tuve las fuerzas suficientes para intentar subir el ritmo.
Cuando uno acaba el sector a nado en Hondarribi, tengo la sensación de que siempre ocurre lo mismo, que no es otra cosa que sentir como la distancia entre la orilla y boxes es eterna. Ese tramo que hay que realizar corriendo sobre la arena es, al menos para mí, de lo más duro de toda la prueba, o al menos, de lo más pesado.
Tocaba coger la bici y en principio afrontar la parte más temida por casi todos en la triatlón: Subir al faro y sobretodo enlazarlo con la subida a Jaizkibel. Ese miedo que muchos tenían para mí era la mayor ilusión, mi mayor reto y sin duda alguna de lo más especial de una carrera que ya de por sí tenía mucho de especial.
Llegar al faro, a pesar de que sentí como me pasaban varios corredores en la subida, fue bonito y deseado. Metafórico una vez más. Y rodar en Jaizkibel fue simplemente, complejamente grande. ya de pequeño rodaba aquí junto al aita, junto a Niebla primero, Xamur después, algo menos desafortunadamente con Lai y ahora también junto a Beltzi. En Jaizkibel desde bien pequeño veía pasar a Chiapucci y compañía volando sobre sus bicis. En Jaizkibel he visto unos cuantos especiales anocheceres. Aquí también participé en mi primera prueba BTT. En Jaizkibel supe de momento por última vez, que el dolor es inevitable, pero que el sufrimiento es opcional. En estas rampas he disfrutado junto a mis amigos de "batallas" sobre dos ruedas. En Jaizkibel...
y así, pedalada a padalada, feedback a feedback, iba haciendo camino para llegar cuanto antes al parador, donde volver a recibir imágenes del pasado con filtro morado, con filtro de sonrisa y bienestar. Allí arriba estaban dos seres especiales, dispuestos a animar y sonreir a mi paso, antes de darlo todo en la bajada sin dejar de mirar esa raya que forma el horizonte allá lejos en el mar. Allá lejos en el cielo.

Cuando vives con ilusión, es más fácil conseguir tus ilusiones; y es que alguien que pinta estrellas en el cielo, me enseño que la felicidad es un camino, no un destino.
http://www.triatloi.org/campus/pub/clasificacionPrueba.asp?idioma=eu&idPrueba=163
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