2011/09/01

ABRAZADO

Olor a siempre, paredes que abrazan nada más entrar, olvidada en el rincón de los recuerdos y recuperada por necesidad convertida en deseo.

Aquí comenzó mi vida y aquí la vida sigue. Aún recuerdo aquellas noches en las que el aita llegaba cansado de trabajar y a pesar de ello se encerraba con nosotros en nuestro cuarto para jugar con aquella pelota de trapo. Mientras la ama junto a la agüela preparaban la cena, excepto esos viernes en los que el aita preparaba una tortilla de patata o unos huevos. El abuelo veía el telediario y de vez en cuando nos miraba serio, como enfadado porque no podía escuchar la televisión.

Aquí he vivido momentos geniales, pero también de los más tristes. Aquí murió nuestro abuelo tras tres años de larga enfermedad. Diría que en esos más de mil días mi ama sólo faltó uno... casualidades de la vida o quizá de la muerte, porque aquella mañana estando en el parador de Olite sonó el teléfono para decirnos que la eterna bondad hecha persona se esfumaba para siempre. Recuerdo que fue duro entrar aquí y ver tanta gente triste. Yo me senté en la sala, no quería perder el recuerdo de aquel buen hombre recogiendome al bajar del autobús del cole cada tarde, no quería cambiarlo por una llama apagada. La agüela Dolores, hacía honor a su nombre llorando desconsolada en esta misma habitación desde la que ahora escribo. A pesar de su frialdad con él, de la cercana lejanía que tanto les unía como le separaba, el dolor era patente en ella.

De todos modos si he de quedarme con un recuerdo entre estas paredes, me quedo sin duda, con las navidades con toda la familia unida. Parece mentira que aquí en esta pequeña habitación cupiera aquella mesa que bajabamos del desván, esta misma en la que escribo y todos nosotros: El abuelo y la abuela, mi familia, es decir, el aita, la ama, leyre y yo mismo y también nuestro primo José Mari, su hermana Izaskun, la tía Valen y como no, el tío José Mari. Nuestro tío favorito. Él hacía de Olentzero cuando eramos pequeños ¡inolvidable! siempre compraba alguna que otra chorrada, pequeñas tonterías del todo a cien, tonterías sin valor más alla del gesto, más alla del sentimiento. 

Aquella nochebuena rompió los geranios de nuestra vecina de abajo, La Rosalia, al subir con una cuerda desde la calle hasta el tercer piso un saco lleno de regalos y con un par de gallinas dentro. Se armó una buena en casa. Aún recuerdo a mi aitona riendo a carcajada limpia más allá de su seriedad. Pues bien, dentro del saco había unas botas de fútbol, mis primeras botas de fútbol, unas cejudo, y la equipación de la Real. La verdad es que no diría que aquel Olentzero era el genio de los regalos ni mucho menos, creo que pocas veces dio en el clavo con los regalos de nadie, y menos con los de su propia mujer, pero conmigo acertó de lleno, y es que más adelante y sin saber muy bien por que, me regaló un cuantakilómetros comprado en Matxain para mi primera Mountain Bike.

Más de una vez me han preguntado estos últimos días a ver lo que hago ahora que estoy tan solo, ahora que mi vida ha cambiado y estoy solamente conmigo; pues bien la respuesta es sencilla: Ver a la Real y andar en bici.

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