2012/02/24

GRANADA

Un lugar raro, especial... Mágico. Un lugar donde simplemente pasear es gozar y ver, admirar; escuchar, sonreir. Un lugar que sentir para sentir.

Allá donde vayas La Alhambra te divisa y parece atraer tu mirada estés donde estés, sabiéndose un lugar en el mundo, uno de esos sitios imponentes cargados de historia e historias que parece decirte "ven" en cada mirada; y es entonces, cuando vas, cuando descubres que son esos mismos lugares desde los que has sentido la necesidad de mirar fijamente a la fortaleza roja, los que ahora te hipnotizan y no puedes dejar de admirar. El Albaicín esencial con su mirador ahora mirado de San Nicolás, la infinidad de ventanitas de teterías entreñables que esconden a gente invisible tras de ellas, el Sacromonte con sus cuevas y su eterno sabor a flamenco, la Catedral escondida entre los edificios o mirando al otro lado la enorme, la grande en todos los sentidos, Sierra Nevada.

Y quizá escondido, no tan visible, no tan atrayante desde la lejanía, pero quizá tan hipnotizante o más cuando estás en él, está el Paseo de los Tristes, un lugar melancólico, teñido de color sepia y con un eterno sonido penetrante y relajante producido por las aguas del Darro. Un Paseo para dar la razón a su nombre al entrar en él y al que llevar la contraria al desandar, o no. Una vía desde donde mirar sobre uno para ver la siempre alumbrada Alhambra y tras ella un gran solete de día y un sin fin de estrellas de noche, y todo ello dando luz a uno mismo. Paseo de los Tristes, corazón de Granada.

No hace tanto que escribía de lo especial que un día pude ser y la raro que hoy soy... Granada, un lugar... un lugar que hace a uno sentir y por tanto ser, además de raro y especial, mágico.

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