2012/01/03

CARRERA EN EL CORAZÓN 2011

Carrera en Azpeitia, el corazón de Gipuzkoa, mi tierra. 31 de septiembre, despierto y recuerdo lo soñado: "¡El cuerpo te pide correr y la mente volar! ¡¡No me digas que no!! ¡¡Estás a tope!! ¡¡¡SIII!!! Un ratito de esfuerzo, nada, 40 minutillos, poco más, para darlo todo, todas las fuerzas, la adrenalina... y ya... ¡preparado para empezar un nuevo año con fuerzas nuevas! Como un libro con 365 páginas en blanco que tienes que empezar a escribir... ¡¡Corre!! ¡Hoy es mañana! Disfruta mucho, sé muy feliz."

No faltan ni cinco minutos para las 12 y casi sin darme cuenta me encuentro rodeado de gente dispuesta a despedirse de 2011 del mejor modo posible: haciendo latir el corazón a gran intensididad. Percibo sensaciones casi perdidas nervios, ganas, tensión ante el comienzo de algo grande y parece que poco a poco voy entrando en trance, penetrando en mi mismo comienzo la carrera más personal corrida hasta el momento. A la espera del pistoletazo de salida encuentro la tranquilidad, una vez más, en esa cruz verde que hay frente a mí.

Comienza la carrera y siento miedo por la respuesta que pueda dar mi tendón de Aquiles, siento miedo al dolor que aparece ante mis ojos, pero sé que vale la pena afrontarlo y expulsarlo de mí para así vencer definitivamente y recuperar el placer. Permanecer en vertical es necesario, valorable, grande y hoy sé que es así. Cuando uno se derrumba cae y es entonces cuando aprende que permanecer en pie es algo que costó un año lograr al nacer y que por tanto su valor tendrá, su grandeza. No debo ni quiero olvidar el dolor pero no es necesario estar constantemente mirandole a los ojos, sé que lo puedo vencer y así, casi sin darme cuenta, llego al primer kilómetro.

Avanzo a un buen ritmo teniendo en cuenta que llevo tiempo sin entrenar, 5:30 el kilómetro. No está mal. Además, el calor de la gente, llena. Su aplausos, sus gritos, sus ánimos... Veo una mujer sentada en una silla justo antes de llegar al segundo kilómetro y recuerdo lo que siento, que hoy corro también por aquella persona que quiere y no puede, que ve su vida apagarse encendiendo con más intensidad si cabe la de aquellos a quienes quiere con recuerdos, historias, invenciones, deseos y sentimientos.

También animan niñ@s , que alargan su brazo al pasar los corredores para que éstos choquen sus manos. En ellos veo la sonrisa, la vida, el objetivo. Veo incluso como alguna niña baila mientras ve a los atletas, movimiento, felicidad plena; otra, en cambio, aparentemente solo mira con una preciosa sonrisa. Lleva una diadema con una estrella fugaz (¿podré pedir un deseo?) y un bonito vestido de rayas. Igualmente, felicidad plena. Y un poco más adelante aparecen dos niños que miran a los corredores como heroes, que alargan su mano con más ganas que ninguno, mientras uno sonríe y chilla, el otro mantiene la boca abierta impresionado... Más allá incluso de su felicidad, son vida.

Ya queda menos para llegar al ecuador de la prueba, y poco antes de hacerlo me encuentro con unas obras, una zanja, que obliga a los corredores a ir con cuidado, a superar el agujero para continuar corriendo. Las brechas de vez en cuando aparecen, dejan cicatriz en la piel y sentimiento en el interior. Prueba superada ya veo la meta, estoy apunto de cumplir con la primera de las dos vueltas que debo de dar y allí está ella, mi razón de ser, sacándome una foto como cada día, diciendome "eres así y no lo olvides", sonriendo como no, aguantando, haciendo más yo. Somos mar.

Comienza la segunda vuelta en el "tíovivo" del recuerdo, como en una atración que por serlo atrae, que me hace sentir la adrenalina mientras me balancea, que a la vez me relaja, me hace sentir bien, sentir. Qué más puedo pedir... ¿Paz quizá? pues ésta también llega al salir del centro del pueblo, poquita gente que ánima allí cerca de la Basílica de Loiola y poquitos corredores a mi al rededor. Escucho casi el silencio marcado por el compas de mis zancadas. Soñar toda una vida con la paz es la leche, conseguirla en un anochecer, la hostia.

Ya queda menos y dos chicos rompen el silencio. Hablan entre ellos y uno le dice al otro "¿Zer moduz yua?" "Bufa! Larri!" "Benga ba, guazen ba biok batea". Bonito. Ofrecimiento, ayuda, compartir esfuerzos, esforzarse y acompañar al otro, escucha, silencios, consejos, pocos, pero buenos.

Dos kilómetros y poco para acabar, vuelvo a ver a la mujer en silla de ruedas y ahora veo en ella una imagen diferente, un nuevo recuerdo que me hace sentir dentro de una nueva etapa tras éxitos, logros y también sufrimientos. Supongo que una etapa nueva pero también con diferentes pero éxitos, logros y sin sufrimientos. Miro el crono, rozaré el bajar de los 40 minutos, lo cierto es que poco importa, 2011 me ha enseñado a olvidarme de los cronómetros y vivir sin reloj.

Avituallamiento líquido poco antes de entrar en el último kilómetro. Un año atrás no hubiera bebido ni gota en una carrera de siete kilómetros cuatrocientos, pero esta vez sí; me gusta beber agua, coger una  botella y beber a morro de ella ventilándomela de un solo trago genera en mi imagenes imborrables, sintiendo así como me hidrata, me llena, me da placer.

Y por fin la recta final, calles antiguas ya vividas llenas de gente que se convierten para mí en lugares nuevos por descubrir en los que tan solo estoy yo. Yo y mis sentimientos. Mis sentimientos y yo. Ya veo el arco de meta, siento mi razón de ser, siento mi ser de razón. Siento que he volado, volado en el tiempo, volado en 2011 y esperanzado diviso al crono que al verlo de frente marca 364 días 23:59:59 y que al sobrepasar la meta y mirarlo por detrás sorprende con un 0:00:01 que se pone en marcha a medida que uno se aleja de él. Se abre un regalo en forma de libro con 366 páginas en blanco para escribir y dibujar en ellas.

Carrera en el corazón de Gipuzkoa, carrera en el corazón de mi tierra, carrera en el corazón de mi ser, carrera en el corazón en el que habitáis todos los que sois, todos los que siento y por tanto todos por los que soy.

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