Supongo que es curioso pero a veces puedes sentir que algo no funciona como deseas, que un halo de tristeza desea invadir tu ser o incluso que la vida a veces no es justa con quien debería serlo, y aún así, hay momentos, días, épocas, en las que uno se siente condenado a la alegría. Extraño quizá, pero sin duda precioso. Supongo que uno mismo debe de poner de su parte para ello, que quedarse de brazos cruzados esperando a la suerte, no es suficiente, pero de todos modos algo de suerte hay cuando sientes que todo aquello que te rodea te empuja hacia la alegría.
Dice la canción que todos los días sale el sol, pero el viernes no tenía ninguna pinta de que así fuera a ser. Deseos fulminados en un segundo, lagrimas. Lo dicho, algo no funciona como deseas, halo de tristeza, la vida injusta... Y es entonces cuando de la nada, entre todo ese cielo gris, aparece un rayito de sol diminuto y casi sin darnos cuenta, empieza a dar calorcito y llenarnos de energía, de vida.
Redobles de tambores parecen anunciar que algo importante va a ocurrir y así es, la tristeza se convierte en sonrisa, algo mágico quizá, y es que los imposibles también existen, y el que no crea en ellos, que vaya al circo y lo vea, lo sienta.
Aparecen dos sonrisas inocentes, dos vidas que la van repartiendo, y es que no deja de ser bonito que un niño al que han dado la vida luego sea él mismo el que la reparta y la contagie; como bonito es que aquel que desea enseñar termine siendo el que más aprende ¡Qué bonito es ser tío!
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