2012/08/07

TRAVESÍA BAHÍA DE TXINGUDI

Seis de la tarde de un sábado, que no de cualquier sábado. 4 de agosto de 2012, día en el que llegar cerca del horizonte, día en el que devolver parte de lo que la natación me ha dado, un día en el que rehacer sueños…
Comienza la prueba en la playita del paseo Butrón de Hondarribi, record de participación respecto a años anteriores y aún así el comienzo de la prueba no resulta tan agobiante como esperaba, tan solo los golpecitos justos antes de hacerme un hueco entre los participantes. Eso sí, un problema se hace presente; las mareas vivas de los últimos días debidas a la luna llena, han cubierto la superficie del Bidasoa con ramas, palos y objetos en definitiva, que no hacen  agradable el inicio de la prueba.
Antes de empezar a nadar tenía la duda de que referencias coger. El espigón quedaba a mi izquierda y yo estoy acostumbrado a sacar la cabeza por la derecha. Por otro lado, la primera boya, la del final del espigón, estaba muy lejos como para ser una referencia válida. Sin problema, en seguida me doy cuenta de que el ir rodeado de nadadores me hace fijarme en ellos, guiarme por ellos y también por algunas de las embarcaciones de apoyo a la propia prueba.
Intento ir bastante abierto, por la zona más cercana a Hendaia y quizá en algún momento meto la pata y voy hasta demasiado escorado al este. Poco a poco veo que avanzo, me fijo en las referencias que quedan en Hondarribia y veo que ya he acabado el trayecto por el paseo Butrón, busco con la mirada la entrada al puerto deportivo, pero ésta se hace esperar. La zona final del espigón resulta sin duda la más difícil de la prueba por diferentes motivos; el primero es que la boya ha desaparecido, se ha escondido tras el espigón y genera dudas de cuanto quedará para realizar el viraje hacia el interior, hacia la zona de la playa. El segundo es que los nadadores nos vamos apelotonando con lo que más de uno se cruza en mi camino, o yo en el de él, no lo sé, e incluso un chico quizá sabiendo de mi “peso específico” en la prueba, me suelta un manotazo en toda la cabeza. Pero de todos modos, el mayor de los inconvenientes se encuentra en el oleaje, que en esta zona se hace más evidente que en cualquiera de las anteriores y de las que después vendrán, no en vano, me encuentro como es mi deseo en el punto más cercano al horizonte de toda la prueba… O no, quizá a la misma distancia de siempre, no lo sé… Si yo camino un paso en dirección al horizonte, él se aleja un paso de mí. Si camino diez pasos, él se aleja otros diez pasos. Si camino kilómetros en dirección al horizonte, él se aleja los mismos kilómetros de mí...
El trayecto que nos hace cruzar la playa de Hondarribi de lado a lado resulta cómoda, debido a las referencias amarillas que marcan la recta entre las dos boyas principales, la del final del espigón, grande y blanca, y la del muro de la propia playa, mediana y naranja. Una buena zona para nadar a gusto e ir percibiendo sensaciones que sin duda son positivas, tanto que al llegar a la boya en la que girar me decido a aumentar el ritmo ya con la mirada puesta en la que supuestamente debería de ser la última boya naranja antes de pisar tierra firme. Y bien digo, supuestamente, porque la referencia tomada no resulta ser la boya principal sino una del circuito infantil, hecho del que no me doy cuenta hasta que en un momento dado me siento muy solo, sin nadadores alrededor, giro la cabeza a mi izquierda y veo como la gran mayoría se encuentran mucho más allá, mucho más al norte, levanto la cabeza en este caso al frente y es cuando veo una referencia mayor, una boya blanca con el logotipo de DV y me doy cuenta de que esa debe de ser la referencia buena. Metros de más que no me hacen decaer, todo lo contrario, corrijo mi rumbo y una vez tomada la “ciaboga” pongo rumbo al sur, rumbo a la arena a un ritmo lo más alto posible, eso sí, sin dejar de hacer honor a nuestro amigo Mr. Bean, enorme Mr. Bean, creyendo ya ser capaz de tocar suelo, parando para ver que no es así y volviendo arrancar confiando en que nadie se haya dado cuenta de tan lamentable gesto.
Ya estoy en la playa, ya corro lo justito para cruzar el arco de meta, ya veo a mi “familia”, mis “amiguetes” (Eskerrik asko daneri)… y en una situación quizá cargada de simbolismo, quizá… aparece Maddi, Miss Sonrisa, la niña de la sonrisa eterna, aquella, que entre otr@s hizo de mi “penúltima inmersión” en el mundo de la natación el pasado mes de julio en Cádiz fuese ilusión y alegría.
Meta, objetivo cumplido, familia, amigos y… ¿eterna sonrisa?


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