Cuando corres a menudo lo haces siguiendo la estela de otra u otras personas, si lo haces sobre nieve o en la arena terminas por pisar huellas que otros dejaron, si nadas conviene seguir la estela marcada por aquel que te precede, si te decides a pedalear un día aceptas que "chupar" rueda puede resultar lo más cómodo... Quizá por ello comencé a hincar codos en Rente, continúe en Amara y seguí en Ibaeta; muy posiblemente por ello, entre otras cosas, hoy ejerzo de mal o buen ejemplo pero una serie de mounstruitos aspirantes a personas integradas en la sociedad...
En definitiva, que a veces necesitas que te abran puertas, te aconsejen, te hagan ver la luz o simplemente que uno necesita espejos donde mirarse y no verse reflejado, o sí. Lo que es seguro es que a pesar de una neumonía de caballo, o mejor dicho gracias a ella, me encontraba de nuevo despidiéndome del año, bajo un arco de salida, bajo una meta de llegada... o tal vez de salida una vez más.
Recuerdo mi otra SanSil. Aquella fue una carrera profunda, demasiado, muy mía, muy de sentir, de pasar por cada uno de aquellos momentos que marcaron aquel año del que me despedía. Esta vez no. Esta vez, ha resultado ser un paseo por el exterior, por percibir y sentir aquello que me rodeaba, lo que suponía estar trotando allí, en Hondarribi, en ese precioso lugar junto al mar, junto al Bidasoa que mi vio nadar "por primera vez", bajo Peñas y Jaizkibel que tanto han aportado a mí rodar, rozando la playa que me vio nacer en esto del triatlón, "escalando" esa calle mayor que supo verme resurgir en una media marathon y por su puesto ese par de sonrisas de bichillos que aportan carburante a este corazón.
33 minutos y 28 segundos para ese carrera en la que me hice mujer y debí de madurar lo suyo, pues veterana acabé....
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