2019/03/04

2019/03/03

GHOSTTOWN


"Maybe it was all too much
Too much for a man to take...
...This world has turned to dust
All we've got left is love
Might as well start with us
Singing a new song, something to build on."

2019/01/27

BEHOBIA 2018

Vuelta a la línea de salida como ya manda la tradición de cada otoño, la ilusión que marca gran parte del año llegaba al día D. Venía de la Behobia más larga en el tiempo, aquella en la que llegué a la meta allá por febrero y me encontré con la Behobia más larga en el espacio y definitivamente la más corta en el tiempo. Por fin el record, por fin el sueño más soñado hecho realidad. 

Corrí el primero de los kilómetros en Halden, allá por julio, tranquilo, sin más prisa que adaptar mis piernas a lo que me esperaba, sentir el calor allá en el frío, en aquel lugar que sin tener nada de especial, se ha ganado un hueco en nuestro corazón. Mientras disfrutaba del paisaje, mientras realizaba ejercicios en el bosque, en el jardín de esa casa con manzanos, cerca del menos fiordo de los fiordos, quizá dejaba surgir un nuevo sueño al que quizá algún día agarrarme: Grenserittet.

Quise mantener la marcha, simplemente rodar, y subiendo allá por Dolomitas, no forcé nunca el ritmo. Rodeé las Tres Cimas de Lavaredo, ascendí a lago di Sorapis y también descendí de aquel refugio, sin saber que "ganaría" la Behobia en los descensos. Dos kilómetros más por Eslovenia, subiendo hasta el castillo en su capital y uniendo Portoroz y Piran junto al Adriático.

Parecía suficiente para saber que el cuerpo se sentía bien, que las tiradas daban sus frutos lejos del hogar pero también en él; y es que Arditurri, el bidegorri jamás me ha dado la espalda. 

Kilómetros 6 y 7 en el Mediterráneo. El sexto a tope, como si fuese montado en bici, allá por Ripollet o en Girona por El Carrillet. El séptimo, más tranquilo, sin prisa pero sin pausa. Como nadando en una inesperada playa allá por Gandía. 

Las sensaciones eran geniales, tocaba bajar Gaintxurizketa y ganar ahí sin saberlo más que tiempo, un sueño. Descender como tantas veces lo había hecho de Beraun o de Agustinas este año, en el más utilizado de los circuitos.

Apreté los dientes, forcé un poquito la máquina hasta llegar a casa, recordando lo sentido en Donibane Lohitzune en aquella triatlón en la que volé y volaré, y rememorando aquel calentamiento que de poco parecía servir bajo aquella tromba de agua, la mayor, del verano en Getxo.

"Cuidado" me dije, "recuerda lo ocurrido justo aquí el año pasado". Pero no, esta vez no. Kilómetro 11 de Zubiri a Pamplona, cuesta abajo y muy metido en carrera. Tocaba apretar en el 12 en Capuchinos, como lo hice en Roma, la eterna Roma, con aquellos kilómetros de tanto valor tras horas y horas de viaje, con el frontal aportando luz que resultaría a la postre clave.

Y lejos seguía para llegar cerca subiendo por Jaizkibel, intentando otro record que se atragantó como tal, pero que aportó sin saberlo en el más importante de los records. Como Sorondo en el 16 pasando por Añarbe. Dificultades que poniendo por un momento en riesgo lo que parecía estaba casi hecho, por lo que toco apretar en Miracruz.

Tres kilómetros, solo tres, para la gloria, luchando más que nunca en esos metros, dándolo todo en el descenso que de nuevo volvía a marcar el objetivo. Cerrar los ojos y verme en el barrio, en Orlegimendi, solo, hablando conmigo mismo y encontrado en autocargas, ejercicios específicos y sobre todo, en la constancia, la fuerza para recuperar la senda de la victoria.

Avenida de Navarra, como Arritxulegi, Agina, Bera o Lesaka que también aportaron este año. Y en la Zurriola recuerdos de cada salto en lo que pareció una derrota tras otra en agosto y terminó siendo la más grande de las victorias. Kursaal, puente, María Cristina y al fin el Boulevard. Satisfecho, alegre, contento, orgulloso. Merecido.

...Gaurko errealitateak...

EGIN ZAIDAZU BISITA


"...Together we can live...
...Podemos compartir el dolor por partir...
IRRIA DUGU HERRI
...da la iluzia nu la frică...
...questo é la mia cittá...
...Kaleari kale egin beharrean
egin kaleari auzo..."

PASCAL BRUCKNER - PEDRO VALLÍN


España, una pesadilla de Pascal Bruckner

La disputa del sufrimiento se ha convertido en la principal lucha de poder, de uno a otro extremo del arco político: de los hombres ‘perseguidos’ por el feminismo a los ‘exiliados’ del Procés pasando por los ’secuestrados’ por una huelga o los cómicos y periodistas que sufren ’linchamientos’ digitales, todos quieren cimentar su legitimidad pertrechados en la autoridad moral de la víctima. Bienvenidos a la dictadura de las plañideras


PEDRO VALLÍN, MADRID

27/01/2019 00:05 | Actualizado a 27/01/2019 12:27

La tentación de la inocencia (1995) es un ensayo del filósofo francés Pascal Bruckner que causó bastante revuelo en su momento y que se alzó con el premio Medicis de ensayo de ese año. Editado en España en la colección Argumentos de Anagrama, el libro es un alegato contra la infantilización de las sociedades finiseculares y un encomio de la responsabilidad de los ciudadanos adultos sobre su propio devenir, así que en buena medida se entendió como una proclama de cortada neoliberal además de un reproche contra la generación X, la primera acusada de estar poseída por el complejo de Peter Pan. Bruckner, sin embargo, reivindica la condición adulta del ciudadano como condición de posibilidad de las democracias plenas frente a las puramente formales. Tampoco gustó entre la comunidad judía, porque denunciaba el abuso de la condición de víctima de las sociedades contemporáneas (el libro aborda la guerra de Yugoslavia y sus vínculos sentimentales con el Holocausto), usada como autoridad moral de libre disposición. Es decir, el sufrimiento como coartada para el abuso. En suma, Bruckner previene de un Occidente de ciudadanos y sociedades victimizados, infantilizados, que derivan la responsabilidad de cuanto ocurre a otros, que reclama constante atención para sus padeceres, fingidos o reales pero siempre sobreactuados, y por tanto, que compite por el mayor de los sufrimientos, es decir, por la mayor acumulación de razón moral. Por la mayor acumulación de poder.

Casi un cuarto siglo después, España es una auténtica pesadilla bruckneriana. Un repaso somero a la actualidad y sus argumentos nos revela que estamos sumidos en una sociedad política del llanto. La lágrima es el verdadero Trono de Hierro. El piscinazo neymariano, por explicarlo en términos futbolísticos, es el modus operandi de la vida pública española. Políticos, periodistas, intelectuales, artistas y agentes sociales, todos gesticulan dolores reales o fingidos ante el árbitro de la opinión pública buscando la aristocracia del pathos, por decirlo de forma pedante.

“La sed de persecución es un deseo perverso de ser distinguido y salir del anonimato. El certificado de maldición. El sufrimiento equivale a un bautizo, a una elevación, al reconocimiento público” (Pascal Bruckner)

Por ejemplo: El independentismo catalán tensa estos días sus costuras con la fundación de La Crida y el arranque del juicio por el 1-O, que tiene bloqueada la situación política. Por una parte, ni ERC ni PDECat se atreven a sentarse a negociar los presupuestos, obligados por una suerte de vigilia solidaria por los presos, es decir, un acto de recogimiento litúrgico con dos evidentes propósitos: en primer lugar, no ser acusados de traicionar a los miembros de un Govern que se inmolaron desafiando la legalidad en vigor y rentabilizando ese sufrimiento en forma de apoyo electoral. En segundo lugar, una suerte de competición en el sufrimiento ha germinado dentro de la pugna insomne entre los republicanos y los exconvergentes por la hegemonía política en Catalunya: el juicio del 1-O otorga el protagonismo sacrificial a Oriol Junqueras, mártir del rigorismo (por decirlo suavemente) carcelario y penal del Tribunal Supremo, razón que explica en buena medida la nerviosa hiperactividad política de Carles Puigdemont durante las últimas semanas, incluida esa inopinada denuncia que ha puesto contra sus socios del Parlament ante el Constitucional y el énfasis por la creación de un nuevo artefacto político, La Crida, cuyo corte personalista impediría que sus padecimientos de destierro queden en un segundo plano, frente a la entrega voluntaria al tormento judicial de los que sí acudieron por su propio pie a declarar ante los jueces, haciéndose responsables de sus actos políticos. Habiendo huido de la justicia, Puigdemont quedará durante el juicio desplazado del foco, suspendido en órbita geoestacionaria fuera de la atmósfera emocional catalana, y zarandeando la represión del 1-O como coartada de agravio.

“Hay un orgullo en la forma de celebrar las derrotas pasadas. Como si Dios hubiera escogido a este pueblo entre todos para ponerlo a prueba y la debacle terrenal fuera garantía de victoria celestial”. (Pascal Bruckner)

Tampoco es ningún secreto que los más conspicuos políticos de ERC y del PDECat (con excepciones que se cuentan con los dedos de una mano, y sobran varios), en cuanto se alejan los micrófonos y las cámaras, confiesan sin ambages que lo adecuado, lo inteligente y el mal menor para Catalunya tras el gatillazo de 2017 es sentarse a hacer política, acabar con el bloqueo, negociar si se puede los presupuestos y sostener en lo posible a la mayoría que metió a Pedro Sánchez en la Moncloa, antes de que la reacción nacional-católica toque poder. Pero en ambas formaciones temen que la Catalunya sentimental, dolosa –y por tanto, en aplicación de la tesis de Bruckner, infantilizada–, la que vela en amarillo por presos y huidos y se convierte en horda digital en cuanto algún líder independentista propone aterrizar en la realidad, los considere traidores a la causa. Y así están las cosas.

Pero esta sentimentalización no es ni mucho menos un atributo exclusivo o un pecado idiosincrático del independentismo catalán. Bien al contrario, es el rasgo principal de los tiempos por estos lares. La politización del dolor, en su vertiente más obscena, arranca en el cambio de siglo, cuando el entonces plenipotenciario PP de José María Aznar idea una novísima forma de enfrentarse a su némesis, el PSOE: cooptar a las asociaciones de víctimas de ETA y patrimonializar la sangre derramada. Esta estrategia exhibió sus vergüenzas tras los atentados del 11M, cuando los conservadores evidenciaron que había víctimas políticamente convenientes y otras, incómodas. De paso, quedó clara una obviedad que parece un anatema: que el terrorismo es política. Por eso no daba igual, ni mucho menos, que los muertos fueran víctimas del yihadismo que del separatismo vasco.

Desde entonces, ese nacionalismo español creciente y doliente, que explota exuberante tras el desafío independentista catalán, constituido bajo el epígrafe “constitucionalismo”, se ha ido esforzando en crear distintas victimizaciones. Una de las más rutilantes fabricaciones, germinada en la Telemadrid de Esperanza Aguirre y luego de próspera vida, fue el apartheid idiomático que supuestamente padecía la mitad de la población catalana a causa de la política de inmersión lingüística. En las escuelas o en la rotulación de los comercios, resulta que se aplicaba poco menos que una política de pogromos contra los castellanoparlantes. Así, la españolidad victimizada encontraba un vehículo.

“Un pueblo entero se zambulle en la creencia de que está condenado al sufrimiento y saca, no solo una dignidad aristocrática, sino la certeza de que todo le está permitido porque todo se le debe” (Pascal Bruckner)

Cuando la legitimidad descansa en el padecer, las agresiones no han de cesar. De ahí las zancadillas y sabotajes que el PP protagonizó contra el proceso de paz en Euskadi impulsado desde el PSOE por José Luis Rodríguez Zapatero, político de inusual afán redentor, una pugna tan intensa y rentable que, incluso después de cesar el terrorismo y disolverse ETA, en el PP se vivió un intenso negacionismo. ETA sigue, repetían (y aún repiten) viejos pesos pesados populares, como Jaime Mayor Oreja. Sin ETA no hay dolor como vehículo de poder. Para ese cometido, conviene ensanchar los límites de lo que es ETA o el terrorismo, de modo que pueda sobrevivir a la desaparición de la banda y de sus atentados, algo que se ha expresado de forma palmaria en el juicio por la paliza a dos agentes de la Guardia Civil en Altsasu, redibujado judicialmente como un acto de terrorismo.

“El antisemitismo sobrevive a su objeto, si es necesario, judaizando a los gentiles allí donde ha desaparecido cualquier presencia judía o ésta se ha reducido a un puñado de personas” (Pascal Bruckner)

Tiene sentido si consideramos, como subraya el periodista David Remartínez, que “España es la historia de una derrota: el nacionalismo español se basa en una superioridad sobre el vecino, nunca sobre el extranjero. Solo es victorioso el mito de la Reconquista, todo lo demás es Armada Invencible injustamente hundida. Hundida por el mal fario, ojo”. Un nacionalismo contra los hados, doliente. En el fondo, según explica Bruckner analizando el caso Serbio, el más peligroso.

Hay casos mucho más espectaculares que consisten en hacer pasar al verdugo por víctima. La brutal reacción iliberal, o de fascismo posmoderno, de la que escribía hace una semana en La Vanguardia el ex secretario de Estado José María Lassalle, ex asesor de Mariano Rajoy, revela cómo el camino para reivindicar valores vetustos exige la concurrencia de Bruckner en su expresión más obscena: “Vox defiende una democracia arcaica y antiliberal. Invoca un comunitarismo sentimental que funda en una idea absoluta de nación-Estado. Y quiere, para ello, brutalizar la política democrática. Anularla mediante el silenciamiento de la alteridad y la tolerancia, conceptos que desprecia porque debilitan la dialéctica amigo-enemigo sobre la que quiere refundar una política desnuda de complejos liberales y socialdemócratas”. ¿Cómo poner en pie semejante delirio? Efectivamente, victimizándose. Las tergiversaciones y mentiras promovidas desde este fascismo posmoderno pasan por convertir las viejas imposiciones de la dictadura en mártires de la democracia. Por ejemplo, defendiendo la Semana Santa porque, dicen sin despeinarse, está siendo amenazada. Es falso, claro, la Semana Santa fue de observancia obligada durante la dictadura nacional-católica, y hoy la única amenaza que padece es que la secularización propia de toda sociedad desarrollada la ha convertido en un exitazo folclórico con más turistas que devotos, un acontecimiento que los poderes públicos, lejos de perseguir, promueven, subvencionan y promocionan.

“Los que se pretenden los nuevos titulares de la estrella amarilla consideran el Genocidio no como el colmo de la barbarie (…) sino como la ocasión de distinguirse a través del infortunio, como la concesión potencial de una inmunidad o de una irresponsabilidad inalterables” (Pascal Brückner)
Cara a Cara en la sede de La Vanguardia entre Iñigo Errejón Galván (Madrid, 14 de diciembre de 1983) y José María Lassalle Ruiz (Santander, 23 de octubre de 1966).

Más impúdica aún es la conversión en víctima del varón blanco heterosexual, con la manipulación de los datos de violencia machista para aparentar indefensión, así como de sus proyecciones de virilidad antediluviana tales como la caza, por ejemplo, una actividad regulada pero protegida en todo el país, con regímenes más permisivos o más proteccionistas según la comunidad autónoma de que se trate. El cazador como víctima. O el torero. La paradoja (y la desfachatez) es olímpica: hombres armados que matan animales son las víctimas.

Otro tanto ocurre con la corrección política. La corrección política no es más que el modo en que las sociedades progresan legislando sin legislar sobre el sentido común de la ética en cada época. Es la evolución de los límites de la moral de una sociedad que se va dotando de un código informal de conducta que alcanza allí donde la la ley no. Mucho antes de que el gobierno regulara los matrimonios homosexuales dejó de estar bien visto caricaturizarlos. Si el humor es una forma de control y reprobación social, que lo es, de ahí el éxito de los chistes de maricas en las sociedades judeocristianas, este mutó mucho antes de que la ley institucionalizara en matrimonio la libertad sexual.

Los comportamientos, juicios o humoradas que no gustan porque colisionan con ese ente difuso de normas consuetudinarias que es la corrección política reciben el reproche social, pero muy a menudo no se ejerce desde la exigencia de respeto, sino desde la condición autorizada del ofendido, una versión de la víctima moral. Parece como si uno no pudiera reprochar una conducta sin antes haberse ungido de la condecoración y la autoridad de la víctima. La paradoja es que, como en un teatrillo de futbolistas que se encaran y ambos fingen haber sido golpeados, desplomándose simultáneamente, en perfecta simetría con la victimización del ofendido aparecen los clamores del ofensor, que se reclama víctima de un linchamiento moral y digital. Los españoles dolientes son víctimas del humor de Dani Mateo y este es víctima recíproca de un juez ofendidito. Remartínez postula que “en un país infantil, las redes sirven de satisfacción vicaria. Para llorar, protestar y atizar con la otra mano escondida. En un país harto, como vimos en la primavera árabe, las redes articulan. Y en uno maduro, comunican”.

Adivinen cuál somos cuando aquí se han escrito libros enteros en primera persona del singular con el único cometido de enseñar sin pudor las cicatrices reputacionales de quien ha sido reprobado en las redes sociales, y reivindicar así el dolo moral (es decir, la dignidad aristocrática). Sin señalar con el dedo, que está feo, la promoción de algún ensayo político reciente se ha basado, con notable éxito, en denunciar, día sí, día también, la “agresión” que suponía que nombres relevantes escribieran desautorizando sus tesis.

“En el fragmento 113 de Aurora, Nietzsche pone de manifiesto, en la tortura del asceta, «una secreta voluntad de esclavizar», un deseo de distinguirse para mejor subyugar al prójimo. Discierne además en la afición cristiana a la mortificación, a hacerse daño, «una voluptuosidad del poder», «el amplio campo de excesos psíquicos a los que se ha entregado el deseo de poder»”. (Pascal Bruckner)

La lista puede ser todo lo larga que quieran: la última crisis de Podemos arranca de la victimización de quien deserta porque sus planes y su inteligencia han sido despreciados, aunque nunca fueron expuestos en los órganos del partido y por tanto nunca fueron rechazados porque no fueron conocidos. Y consecuentemente, esa jugarreta es respondida por una ejecutiva que se reclama víctima de una traición sin paliativos. El debate que se promueve es quien es la justa víctima, Íñigo Errejón o Pablo Iglesias. Todo el dilema es escoger cuál es el dolor legítimo.

Íñigo Errejón, durante la rueda de prensa en la que anuncia al grupo de Unidos Podemos en el Congreso que abandona el escaño.

A lo largo de la intensa vida interna de la aún joven formación, la victimización ha sido una constante, de modo que cabe sospechar que algo de generacional hay en ello. El propio Íñigo Errejón, un especialista, se presentó hace dos años como víctima de un ajusticiamiento digital por parte de sus compañeros (una cicatriz de la que presumía esta Nochebuena al cumplirse los dos años), inmediatamente después de haber cargado ferozmente contra un secretario general, Ramón Espinar, por cambiar a la ejecutiva regional tras ganar las primarias. Y en el rol desafiante que el partido ha desempeñado en estos años, ha estado presente su condición de víctima del stablishment económico, político y mediático, pilar central de la construcción de su identidad y de su autoridad política, como complemento indispensable de su carácter de ofensiva impugnadora. Del partido político que Manuela Carmena extrae de su vulnerabilidad de anciana no hace falta explicar mucho.

“De todos los papeles posibles, el individuo contemporáneo tiende a retener uno solo: el del bebé quejumbroso, calamitoso y gruñón. Pero no se juega al niño llorón impunemente. Hay que pagar un precio por la representación del maltratado, y ese precio es la disminución de la vitalidad, la extenuación de nuestras fuerzas, el regreso al estado de indigencia voluntaria”. (Pascal Bruckner)

En el Congreso, donde hemos oído al portavoz de ERC, Joan Tardà repetir literalmente “nosotros somos las víctimas”, el pasado diciembre los republicanos se enzarzaron en una competición victimista con Ciudadanos. Los primeros son víctimas de una agresión constante, el epíteto de “golpistas” que continuamente les lanzan, y los segundos, a su vez, padecen un golpe de estado posmoderno y a unos republicanos que los llaman “fascistas”. La presidenta de la Cámara, Ana Pastor, se pasa los plenos teniendo que conceder turnos extra “por alusiones”. Todos se sienten aludidos, ultrajados. Víctimas. La derecha parlamentaria es víctima de un conciliábulo de antiespañoles (“chavistas, etarras y golpistas”, según el bautismo victimista, al que solo le faltan los masones) que ha echado a Mariano Rajoy de la Moncloa, mientras que la acción del actual Gobierno se siente víctima del bloqueo legislativo impuesto por la derecha en la Mesa del Congreso.

“El mercado de la víctima está abierto a cualquiera, siempre y cuando pueda lucir una buena desolladura y el sueño supremo consiste en convertirse en mártir sin haber sufrido nunca más desgracia que la de haber nacido. En nuestras latitudes el individuo se concibe a sí mismo por sustracción: quitando los poderes, las iglesias, las autoridades y las tradiciones hasta quedar reducido a ese soporte minúsculo, el Yo, independiente de todos y de todo, aislado, aligerado pero también infinitamente vulnerable. Solo frente al poder del Estado, frente a ese gran Otro que es la sociedad, inquietante, inmensa, incomprensible, se asusta de verse reducido a sí mismo. Sólo le queda entonces un recurso: rehacer su sentido a partir de sus heridas, que amplifica, que engrandece con la esperanza de que le confieran una cierta dimensión y de que por fin se ocupen de él”. (Pascal Bruckner)

Da igual dónde mire uno. La sentimentalidad televisiva del mes ha caminado al lado de unos padres cuyo hijo sufrió un accidente mortal, y todo el país velo dolorosamente a la boca del pozo. En nombre del niño atrapado se ha pedido el voto para el PP, y lo ha hecho Juan José Cortés, un político cuyo único mérito conocido es hacerse famoso por haber perdido a su hija en un trágico crimen. En respuesta a este fichaje de dolor por parte del PP, Vox ha ganado para su causa al padre de Marta del Castillo, otra víctima de un salvaje asesinato. ¿Sus credenciales? Esas, es una víctima. No resulta extraño cuando uno de los cofundadores del partido es José Antonio Ortega Lara, ex funcionario de prisiones y víctima del más largo secuestro perpetrado por ETA. Mientras, las informaciones sobre el conflicto del sector del taxi se enfocan desde las víctimas de la huelga. Ni qué decir tiene que a su vez los taxistas son víctimas del neoliberalismo uberizado, y las aplicaciones tecnológicas de transporte, víctimas de la resistencia al progreso.

Esgrimía Lassalle en su pieza de la semana pasada que la democracia liberal requiere respeto por lo diverso, tolerancia y confortabilidad en sociedades formadas por gente que parece diferente, que piensa de forma diferente y que vive de forma diferente. “Éramos una democracia adolescente, y ahora nos negamos a crecer, como Peter Pan”, sopesa Remartínez. Es pues una exigencia de madurez civilizatoria dejar de vivir los mínimos inconvenientes como padecimientos. Por eso la competición por el martirio no solo es una anomalía sino un signo de degradación, de decadencia y de falta de autoestima como sociedad:

“La compasión se transforma en una variante del desprecio a partir del momento en que por sí sola conforma nuestra relación con los demás excluyendo otros sentimientos como el respeto, la admiración o la alegría. Resulta más fácil simpatizar en abstracto con gente infeliz –forma elegante de apartarlos–, puesto que simpatizar con la gente feliz requiere una disposición de ánimo más abierta, ya que nos obliga a luchar contra el obstáculo que representa la envidia. Convertir la compasión en el valor cardinal de la ciudad significa destruir la posibilidad de un mundo en el que los hombres podrían hablarse y reconocerse como personas libres. Tanto lo humanitario como la caridad buscan únicamente individuos afligidos, es decir seres dependientes; por el contrario, la política exige interlocutores, es decir seres autónomos. Una cosa produce seres asistidos, la otra requiere seres responsables. Por eso hay tantos individuos o pueblos en situación difícil que se resisten a dejarse tratar como víctimas; rechazan nuestra piedad que los humilla y prefieren salvaguardar su dignidad mediante la sublevación o la lucha antes que ser meros juguetes de la misericordia universal”. (Pascal Bruckner)

La democracia, pues, exige y apunta a la presencia de ánimo, a la entereza y a una cierta dosis de felicidad, y es incapaz de cimentarse sobre una infeliz muchedumbre de individuos gemebundos. Y eso es una buena noticia. Sonrían.


2018/11/18

CORSA DEI SANTI


And I arrive again, another sport challenge was one of the reasons to be there but in this case without wheels, just running. 

One of the reasons, yes, but not the only one. Maybe the happinnes was the most important but I want to know the places where some years ago she found the first big step in one of the longest races it may exist, I wanted to feel the sensations multiplied by two. I needed to eat in Da Enzo. Aniway, the bliss could be the way and, in the same time, the finish point in one of most beatiful races I have ever done. 

I started and I finished in the Vatican, I saw the San Angelo´s castle, the Venice square, Santa Maria Maggiore´s church, I rediscover Piazza del Popolo and of course, the big Coliseum where I felt winner again, where I felt the most emotional moment in the fast 47 minutes and 41 seconds. The second most fastest race in my life running in 4:46 the kilometer. 

AZURMENDI

Erlazionatutako irudia
Filosofia gastronomia eginda. Natura, ingurunea, platerrekin bat eginda. Sukaldari eta ekoizle txikiek sortutako zapore handiak. Ikuspegiek eragiten duten begiekin jate horrek. Itsasoko kutsu dexente baratzeko produktuekin hornitutako artelanak eta okela epelaz batu beharrekoa. Agurra ematen duten ongi etorri ederrak.

2018/10/07

DOS PALILLOS

dos palillos restaurante bilaketarekin bat datozen irudiak
Segunda reserva, primera cena. Barra compartida de unos cuantos para ser dos en uno una vez más. Un regalo de cumpleaños retrasado en el tiempo y adelantado en sensaciones, recuerdos y viajes sin salir de una tasca gourmet en el centro de Barna: Asia, jamás estuviste tan cerca para mí, Santiago y su casa Marcelo en la cercanía e interactuación con los artistas de la cocina a tan solo 1000 kms, a tan solo una mirada profunda; 3 de junio un 25 de agosto. 

RISTORANTE AGA

Erlazionatutako irudia
La grandeza de lo pequeño. Atención exquisita a los pies de los Dolomitas. Cercanía y amabilidad. Uno sueña a veces con Hisa Franco, con estirar los kilómetros hasta Modena para ir al best de los 50 best... Y hoy sabemos que haber dormido en San Vito di Cadore y no haber visitado a Alessandra, Oliver y su atentísimo y elegante sumiller, habría sido quizá el mayor de los pecados.
Más que sueño, proyecto flash de ese binomio que unido suma mucho más que dos.

2018/10/03

TRIATHLON SAINT JEAN DE LUZ

Urteroko tradizioari eutsiz eta era berean tradizioa hainbestekoa ez dela erakutsiz, Donibane Lohitzunen aurkeztu nintzen irailaren 8an, Zumaiari "gero arte" esanez. Berriz ere Triatloi sprint batean aspaldiko partez, zeinek esango zuen Behobia nola edo hala bukatu nuenean 2018an...

Igerian ostikoka beste behin ere eta erdi galduta hirugarren ziabogan, bizikletan inoiz baino gehiago disfrutatuz, gehien bat maldan behera eta ordekan eta berriz ere korrika egitean sufrituz, baina hala ere gustora, oso gustora. Berpizte fisikoaren garrantzia, ni naiz, eta hoberena beti izan naizela jakitea da Bizkarra bere tokian dagoela, ziatikoa dagokion txokoan, belauna kirofanoan behin utzi zuten inguru antzekoan.

Inoiz egindako triatloi sprint sprintena...

Eta gero Senpere eta Ezpeleta...

CURSA BTT RIPOLLES


La misma y a la vez nueva experiencia. Hacía mucho que no realizaba una prueba BTT y la primera en la que iba a hacerlo al más puro estilo hamster, 4 vueltas a un circuito que unía zonas técnicas, alguna subida, una bonita bajada, pista, sendero, hierba y asfalto. 

Amanecer temprano para salir desde el centro de Barcelona cuando aún la ciudad dormía para a las 9:00 comenzar a rodar y disfrutar de una divertida e intensa prueba. Otras veces había apostado por poquitos kilómetros siempre que había opción de elegir entre distancia corta o larga en una prueba, en este caso la apuesta fue también por poquitos kilómetros pero siendo ésta la opción larga.

Y allí, jugando a ser joven en este punto de mi vida en el que sin parecerlo lo soy, disfruté como un niño pedaleando como un veterano y es que en ese caso pareciéndolo lo soy.

Una horita justita para ir rápido de vuelta al verdadero juego que no es otro que mi propia vida, mi vida, y allí perdernos por el Born, encontrarnos con el nou Rabal o comer en Dos Palillos como regalo de cumpleaños a aro pasado rememorando lo vivido un año atrás o más allá. O más acá. 




LA FÁBRICA DE LAS SOMBRAS


2018/04/08

WIR WÜNSCHEN: UNENDLICHKEIT - Capítulo 5: FUSSEN

No podía ver nada, tenía los ojos tapados y las manos y los pies atados con unas cuerdas que a su vez, parecían estar conectadas entre sí.  Tan solo podía oír las voces de aquellos soldados alemanes y el ruido que desprendía el motor de aquel potente todoterreno. Walter no estaba allí conmigo y di por hecho que a él lo llevaban en el otro carro, el de bandera italiana.

Los soldados no nos trataron mal, ni siquiera al detenernos cuando tuvieron que ejercer cierta fuerza a la escasa resistencia que opusimos para poder dejarnos inmovilizados y sin visión. Desde el principio nos dijeron que seriamos libres si colaborábamos con ellos, pero lo cierto es que yo de camino a donde quiera que fuéramos, me temía una vez más lo peor. 

El coche redujo su velocidad hasta llegar a pararse por completo, sentí por el frío que la ventana se abría permitiéndome escuchar primero una nueva voz externa y después el sonido de unas puertas abriéndose ante nosotros justo antes de que el coche volviera a avanzar unos metros.

-Hemos llegado, quítale la venda de los ojos. Ya puede ver dónde estamos, eso sí, las manos y los pies que sigan atados hasta que pueda realizar la tarea.

Mientras notaba como las manos se acercaban a mi cabeza y comenzaban a aflojar aquella especie de antifaz, tan solo deseaba no encontrarme de nuevo en un campo de concentración. Se me hizo eterno aquel tiempo que estuve dentro del vehículo todo terreno, pero desde luego no había dado tiempo ni mucho menos para retornar a Dachau. 

Cuando al fin mis ojos quedaron al descubierto, miré a través de los cristales y pude ver como Walter se encontraba también allí, descendiendo del otro coche. Una nueva mirada cómplice reconfortó mínimamente mi estado a pesar de la incertidumbre que suponía estar en aquel lugar desconocido.

Nos condujeron a ambos a una sala solitaria y en el trayecto hasta llegar a ella, parecía evidente que no nos encontrábamos en nada parecido a Dachau. Si aquello era una prisión desde luego nada tenía que ver con aquella explanada rectilínea, fría, simétrica y ante todo y sobre todo triste y lúgubre, pues las paredes e incluso los techos estaban revestidos con pinturas extraordinarias, los suelos cubiertos por alfombras con dibujos geométricos perfectamente unidos unos a otros y la luz se imponía ya no solo en los pasillos, sino también en aquella sala en la que nos encontrábamos de momento solos y expectantes.

-Ya te dije que no nos podíamos fiar de ella.- Comenzó diciendo Walter.- Alguien que lleva impreso en el frontal de su coche el logo de las Fuerzas Nacionales Fascistas Italianas no puede ser pájaro de buen agüero. 

- Rasso parecía un hombre de fiar, de total confianza para su primo Borja Mari.- repliqué yo.

- Sí pero no es Rasso quien nos llevo a Reutte, ni quien te convirtió en su marido. Fue ella y recuerda como era saludada al entrar en cada cervecería de München, al doblar cada esquina de la capital Bávara.- Siguió furioso mi siempre negativo amigo.- Como nos desnuden tal y como hacían a todo aquel que entraba en Dachau estamos perdidos.

Tenía razón, los números tatuados que ambos llevábamos en nuestro antebrazo podían delatarnos ante los soldados de las SS. Aquello sería el fin definitivo si es que el hecho de estar allí retenidos ya no lo era. Posiblemente tras el recuento realizado la mañana siguiente a nuestra huida, los nazis abrían colocado infinidad de controles con el único objetivo de encontrarnos, vivos o muertos. Quizá por eso estábamos en aquel momento allí.

Y en cuanto a los comentarios de mi amigo respecto a Karina Ruocco, no podía decir que no tuviera razón. Había sido un tonto dejándome engatusar ciegamente por aquella italiana afín a Mussolini y sus ideas.

La puerta que quedaba justo enfrente de donde nos encontrábamos sentados, se abrió dejando pasar por ella a dos personas uniformadas. Él portaba el símbolo del PNF, ella el de las SS.

-Si colaboran, todo irá bien. Les necesitamos para acelerar un pequeño trabajo nada más.- dijo ella.

- Todo dependerá de lo rápido que lo hagan. Según mis previsiones antes de que anochezca podrán ser libres de nuevo.- Anadió él.- No tenemos duda, tras el control de ayer, de que son afines al Führer, sabemos que colaboraran por tanto ¿verdad?.

- Por supuesto dijo Walter.- yo preferí asentir realizando un gesto con la cabeza. 

- Así me gusta.- prosiguió la mujer.- Su cometido será trasladar material al almacén del edificio. Cuando hayan acabado les trasladaremos a Reutte de nuevo. Eso sí, siempre y cuando cumplan las normas: no podrán salir nunca de la zona de trabajo, está terminantemente prohibido ver más allá del depósito de materiales y la zona de llegada de carruajes. Además realizarán su labor en silencio, no queremos que intercambien una sola palabra con el resto de trabajadores, ni siquiera entre ustedes mientras están trabajando, simplemente colaboren y limítense a escuchar la música y por supuesto a almacenar el material.

-Por último, sepan que han de llevar siempre puestos estos dos elementos –explicó el oficial italiano mientras sacaba de su morral dos sombreros verdes de copa corta y un par de bigotes postizos de tamaño considerable.- Bajo ningún concepto podrán quitárselos, no lo olviden.

Llevábamos dos días con una peluca postiza acompañándonos día y noche, por lo que taparla con aquel sombrero digno del más selecto café de Milano, podría resultar hasta deseable. Lo que no me hacía mucha gracia, era añadirle aquel mostacho anaranjado, grueso y de mal gusto. Conociendo a Walter sabía que a él la idea le gustaba menos aún. 

-Pasen al comedor. Podrán comer y beber todo lo que deseen durante los próximos diez minutos, después comenzaran su tarea hasta que ésta esté finalizada. Pónganse el bigote, el gorro y vengan con nosotros.´

Hicimos lo que nos pedían, nos levantamos y comenzamos a caminar siguiendo los pasos de los  dos fascistas. La sonrisa de Walter cuando cruzamos nuestras miradas, seguida de aquel guiño de ojo, me recordó plenamente al momento en el que acabábamos de ponerlos la peluca frente al Olímpico de Münich. Nos veíamos totalmente ridículos pero mucho mejor que con aquel pseudopijama númerado a rayas que portábamos en Dachau.

Traspasamos un par de pasillos, más decorados si cabe, que los que habíamos pasado antes de entrar a la sala de espera de la acabábamos de salir. Llegamos a un portón de madera tallada enorme tras el que se encontraba un lujoso comedor con dos platos llenos de comida y varias jarras de cerveza.

-Recuerden, ahora ya solo les quedan nueve minutos, así que no pierdan más tiempo.- nos dijo la mujer justo antes de que el oficial añadiese la siguiente frase:

-Cojan energía, la van a necesitar… 

Comimos con ganas, todo lo rápido que pudimos y bebimos cerveza como si no hubiera un mañana. Justo tras uno de esos enormes tragos el oficial se me acercó con una cámara fotográfica enorme mientras reía a carcajada limpia.

-¡Jajajajajaja! Quiero inmortalizar este momento ¡se ve usted espléndido! 

Debí de salir en la foto con cara de extrañeza, no sabía muy bien porque no solo el soldado se reía, el bigotón que estaba a mi derecha, Walter, también se lo debía de estar pasando muy bien.

-Venga una más, eso sí, ahora quítese la espuma del bigote y simplemente beba.- dijo aquel hombre, que parecía ser de lo más alegre y amable que había conocido dentro del entorno fascista.

Lo cierto es que no me hacía mucha ilusión que captara imágenes mías un hombre al que acababa de conocer y cuyas intenciones aún desconocía, pero el hecho de poder seguir bebiendo aquella extraordinaria cerveza que según el grabado de la jarra de porcelana, estaba hecha en honor de Konig Ludwig del que tanto nos había hablado Borja Mari en Dachau, suponía un verdadero placer. 


Transcurrido el tiempo estipulado, pasamos a la sala contigua, el almacén al que antes habían hecho referencia la mujer y el hombre soldados. Una veintena de hombres con sombrero y bigote se encontraban ya trabajando en él, pero lo que más llamaba la atención era la cantidad de oro, piedras preciosas, metales y obras de arte que allí se encontraban. Llegaban hasta allí en carruajes tirados por caballos que los bigotones se encargaban de vaciar para ordenar en aquel depósito. Unas lonas cubrían las ventanas y la entrada siempre que no había un vehículo alguno en ella. El silencio era sepulcral, tan solo lo rompía algún que otro golpe al depositar el material, el relinchar de alg´n caballo al entrar en el  hangar y por supuesto, aquella música clásica que como me temía, hizo soltar con disimulo alguna lágrima a Walter. En Dachau ocurría lo mismo. 


Trabajamos durante horas, siempre vigilados por soldados alemanes, en silencio, con esfuerzo y orden. Al principio la llegada de carruajes era constante, pero poco a poco ésta fue decreciendo para desaparecer por completo. Cada vez quedaban menos joyas y artículos de lujo por almacenar ¿Sería verdad que tras acabar aquella labor seríamos libres de nuevo?


Estaba a punto de acabar. Creo que aquella lámpara bañada en oro y con detalles de marfil incrustados en ella, podría ser mi última carga. La dejé en uno de los pocos huecos que quedaban, justo al lado de una pequeña puerta situada en una de las esquinas del almacén. Parecía entreabierta y no pude reprimir mirar por aquella rendija para ver que había más allá. La sorpresa no pude ser mayor. Los dos oficiales que nos habían expuesto la labor a realizar, se encontraban desnudos y mostrándose algo más que cariño el uno a la otro, y aunque parezca mentira, pues tan solo en sueños creía recordar lo que era el sexo, no fue eso lo que más me llamo la atención. Allí, al otro lado de la ventana, podía verse el castillo, una obra perfecta, magistral. Era sin duda el castillo de Neuschwainstein, del que también Wittelsbach nos había hablado.


Walter me cogió del brazo y tiró de él sacándome de aquella habitación, pero ya era tarde. La pareja me había visto y el vigilante soldado, situado detrás justo de mi amigo, ya me apuntaba con su pistola.





2018/04/07

WIR WÜNSCHEN: UNENDLICHKEIT - Capítulo 4: REUTTE


Dachau esta vez resultó ser un recuerdo nada más. Afortunadamente nuestro camino continuaba, tan solo fue un cartel y un pueblo a lo lejos que aparentaba normalidad. Nada más lejos de la realidad. El silencio se prolongó por kilómetros durante un largo tiempo en el que nadie quiso siquiera abrir la boca, hasta que me propuse cambiar la dinámica que había adquirido la ruta y saber algo más de ella.

-Y bien Señorita Ruocco, diganos ¿Quién es Karina?- Pregunté.

- ¿La persona de la que ahora mismo depende su vida?- contestó con ironía una vez más.

- ¡Vaya! ¡Debo de estar en racha! primero me espera en una montaña mágica con una sonrisa preciosa, la única que le he visto hasta ahora, pero preciosa, después me ofrece cobijo en una de las mejores viviendas de Münich, ejerce de inigualable guía turística, me muestra la más selecta comida bávara regada con las mejores cervezas del mundo, me obliga a casarme con usted y encima ahora se presenta como mi propia vida… 

Karina, con la mirada fijada en la carretera nada más, mantuvo su línea diciendo:

- Exacto, tiene usted mucha suerte, que no justicia de momento, que es lo que  me encomendó que tuviera Rasso  Wittelsbach

- Guapa, inteligente, segura de sí misma, poderosa, más que interesante y además luchadora en pos de la justicia… ¿Por qué?

- ¿Por qué, qué?- cuestionó a la pregunta que le realicé.

- Que por qué pudiendo vivir cómodamente en una mansión, con un coche al que muy pocos pueden acceder en la ciudad más importante actualmente de Alemanía, decide ayudar a dos personas que no tienen ningún valor actuando en contra de ese escudo que porta en el parabrisas.

Walter en este caso fue directo. Era de esas personas que hablaba poco, pero cuando abría la boca lo hacía porque verdaderamente tenía algo importante que decir.

- Creo que bastante tienen con preocuparse de ustedes mismos como para preocuparse por mí, por mi seguridad y por mis razones para estar aquí y ahora con ustedes.

No iba a ser fácil. Parecía claro que aquella joven y bella señorita cubierta en una máscara de ironía y seguridad, no iba a mostrarnos de manera sencilla quién era realmente. Aún así insistí.

-Es usted ahora mi esposa, si los soldados de las SS nos paran en algún control tendré que saber qué contestar-. Insinúe.

- ¡Error una vez más! Es usted mi marido no yo su esposa, así que mejor estese calladito, ya seré yo quién responda por usted si es necesario. De todos modos ¿creen ustedes que han de saber más de mí que yo de ustedes? ¿Acaso yo aparento ser más peligrosa que dos hombres que huyen de un campo de concentración en el que han estado recluidos hasta anteayer? Háblenme si quieren de ustedes y si no, mejor están calladitos en lo que dure nuestro viaje a la frontera entre Bavaria y el Tyrol.

Giré mi cabeza hacía Walter e intercambiamos una de esas miradas cómplices en las que ambos, con solo mirarnos, nos entendíamos. El Tyrol. Las preguntas no sirvieron para saber más acerca de aquella misteriosa mujer, pero al menos conseguimos conocer cuál era nuestro destino y no sonaba mal del todo. No quise detener la conversación en ese punto, una vez que supimos que Karina al menos hablaba si se le daba conversación, así que continúe tirando del hilo que ella misma había lanzado.

- Mi único pecado para acabar con mis huesos en Dachau, fue no querer utilizar la violencia-. Dije.

- Espera empieza por el principio-. Interrumpió ella- ¿Quién es? ¿Cómo se llama? ¿De dónde es?

- Antonio Ruocco de Licusati, Salerno, Italia, debería saberlo, soy su marido-. Respondí utilizando el mismo tono irónico que ella utilizaba añadiéndole, eso sí, una sonrisa pícara de la que ella no hacía gala.  

Esta vez al menos sí giró la cabeza y conseguí que su mirada se cruzase durante unos segundos con la mía, posiblemente los mejores segundos en mucho, mucho, mucho tiempo.

-Dejémoslo en que Walter y los otros me llaman El Vasco, tengo aproximadamente su edad y ahora soy su esposo a pesar de la desagradable imagen que ejerce en mí esta horrible peluca-. Añadí.

- Supongo que lo de El Vasco es por su origen-. Prosiguió con interés Karina.

- No se equivoca;. Por lo que veo, está usted muy interesada… y recuerde que puede tutearnos.- Insistí.

Creía que de ese modo todo podía ser más cercano y ello podría ayudarnos a descubrir de un modo más sencillo quién era ella y quizá, quién sabe, romper poquito a poco aquella coraza en la que se envolvía la señorita Ruocco y penetrar, un poquito al menos, en su corazón.

- ¿Me va a decir por qué acabó en Dachau? ¿Es usted judío? ¿Gitano? ¿Homosexual?-. insistió una vez más la joven.

- Se lo he dicho, por no querer utilizar la violencia. Me interesa más si Dios cree en mí que lo que yo pueda creer en él, podría ser gitano por mi apellido, pero si lo soy nadie me lo ha comunicado nunca y si fuese gay, tras conocerla, cualquier atisbo de homosexualidad quedaría eliminado de por vida.

- De acuerdo. Entiendo. Así que hasta ayer al menos usted era gay-. Comentó la chica mientras giraba el rabillo del ojo para ver la reacción de su copiloto mientras sonreía por fin.

Walter no pudo evitar una carcajada y me golpeó con disimulo el hombro derecho, el más alejado a la señorita, delatándose seguidor del irónico humor de la bella Karina.

-¡Eh! ¡Eso ha sido una sonrisa! ¡Yo lo he visto! ¡Sí! Añadamos a todo lo bueno que se puede decir de usted el humor inteligente… Pero no, no, se confunde tampoco anteayer era gay, simplemente cuando las tropas del Caudillo Franco penetraron en mi tierra y la dictadura del de Ferrol no parecía tener marcha atrás, decidí escapar y refugiarme en Francia. La casa de mi padre está a escasos 500 metros de la frontera, no fue difícil pasar a l´otre coté. Con tan mala suerte…- continúe- que viviendo ya en tierras galas y cuando estaba a punto de regresar a mi país, el ejército nazi penetró en Francia como es sabido. Quisieron que formase parte de la "conquista". Me negué. Participé en un acto en contra de la imposición Nacionalsocialista y es cuando acabé preso en manos de esos monstruos ¿Qué le parece?

- Interesante.- es lo único que se aventuró a decir.

-Le toca bella ragazza. Es su turno.-. Apuntillé intentando sonsacar algo de información a la atractiva y misteriosa.

- ¿Y usted? Porque usted es alemán ¿Cómo acabó en Dachau?.- se dirigió esta vez a mi amigo sin reparar en mis peticiones. Un nuevo intento valdío por descubrir más acerca de Karina.

Walter tardó en responder, pero ante la insistente mirada de la Señorita Ruocco por el retrovisor no tuvo más remedio que dar explicaciones.

-Nunca me mostré partidario del ideario nazi, eso es suficiente para ser considerado un enemigo y quedar en el punto de mira de esos asesinos. Ser amigo de un biólogo perturbado hizo el resto para acabar preso.- expuso sin querer dar más detalles.

- Los biólogos están muy valorados entre los nazis.- expuso ella.

- Y los perturbados también...- Añadí yo con sorna.

Lo cierto es que en los meses que estuvimos en Dachau nunca había sabido la razón por la que Walter estaba allí dentro hasta tres días antes de escapar, hasta que se precipitó la huida y Alberto impulsó aquel plan que de momento marchaba según lo previsto. Lo cierto es que ni siquiera entonces me importaba demasiado. El hecho de estar simplemente allí dentro, a pesar de las posibles diferencias, ya nos convertía en iguales. 

Ante nosotros y mientras el sol empezaba a esconderse por el oeste, comenzaron a aparecer unas cumbres nevadas que cada vez parecían más cercanas. La carretera se hizo más estrecha y empezó a serpentear. El hecho de que los oídos parecían taponarse a medida que avanzábamos hacía el sur, demostraba que estábamos ascendiendo. Austria estaba más cerca sin duda.

Fue entonces cuando en una zona sombría, boscosa, nada más pasar una curva de herradura, pudimos verlos. Dos coches de montaña, con cuatro soldados, dos a cada lado. Un nuevo control de las SS. El calor se apoderó de mi cuerpo y doy por hecho que también del de Walter, las manos me comenzaron a sudar e incluso sentí que mi maltrecha pierna derecha emitía un pequeño traquetreo fruto de la tiritona que de momento no podía controlar. La Señorita Ruocco, en cambio, parecía tenerlo todo bajo control y quizá fue eso lo que consiguió tranquilizarme al menos un poquito.

Nada más quedar parados ante ellos, Karina señaló el símbolo que portaba en el frontal de su coche, imagen que en este caso además coincidía con la de uno de aquellos todoterreno. Una serie de palos verticales unidos por unas cuerdas que a su vez sujetaban una especie de hacha situada a su derecha. A los lados, tres letras, P.N.F. y en el fondo, los colores de la bandera azzurra. Esta vez señalar aquella pegatina del parabrisas, no fue suficiente.

-Hallo señorita ¿Dónde van?.- Preguntó con no muy buena cara el soldado que parecía dirigir el control de vigilancia.

- A Reutte, un pueblo a tan solo unos diez kilómetros de aquí.- respondió con convicción Karina.

Mientras el soldado preguntaba y miraba a través de la ventana con ayuda de su linterna, otros dos analizaban la matrícula del vehículo y la cotejaban en un bloc lleno de notas ilegibles desde la distancia; el soldado restante, que se encontraba apenas unos cinco metros por delante de nosotros, simplemente sujetaba una cadena llena de afilados pinchos con su mano izquierda, mientras en la derecha empuñaba su arma.

La linterna apuntó directamente a Walter durante un tiempo prolongado y éste no pudo aguantar sus destellos, lo que provocó que cerrará los ojos e intentase protegerse con su antebrazo, por suerte cubierto con una camisa y una manga de abrigo largo.

-Muéstreme su identificación, joven.- inquirió el oficial de las SS con contundencia.

Walter, nervioso, tardó en sacar del bolsillo el carnet que Karina había conseguido para él. Una vez fuera de la faltriquera, mi amigo extendió su mano fría agarrando el documento con dos dedos y  dejando entrever su nerviosismo reflejado en el tembleque de los mismos. El Nazi lo miró con detenimiento. Lo miró y remiró, se tomó su tiempo. Mientras tanto vi a Karina extraer del bolso su identificación suponiendo que el oficial se la pediría a la vez que me hacía un gesto señalándome que yo también debería sacar la mía. Yo sudaba cada vez más. Estaba más nervioso cada segundo. Tenía miedo de que me hicieran hablar. Aquel alemán seguramente no diferenciaría mi acento, pero la bandera italiana que se reflejaba tras ese símbolo fascista, hacía presagiar que estaba acabado en caso de tener que parlar en el idioma transalpino. Entregué mi pasaporte a la Señorita Ruocco, por un momento pensé que si el soldado nos pedía la documentación, sería mejor entregarle ambos documentos a la vez, así por un lado vería que eramos pareja y sobre todo que no teníamos nada que ocultar.

Uno de los soldados que miraba el libro se acerco al controlador principal para decirle algo al oído. Éste último apoyó su mano sobre el cristal, agarró con fuerza el documento de Walter colocándolo en vertical y tras golpear tres veces el cristal con él, dijo:

-Está bien, continúen su camino.- al tiempo que entregaba a Walter su pasaporte.

En menos de diez minutos, estábamos en aquel precioso pueblo casi solitario. Una vez más habíamos pasado en menos de lo que canta un gallo, del abismo al paraíso. El mal trago y los nervios vividos en aquel control, valieron la pena al llegar a Reutte y sabernos, al menos esa noche, a salvo.

-Bienvenidos a la "gran ciudad" de Reutte.- dijo con una preciosa sonrisa en la boca, esta vez sí, Karina.- Hemos llegado.

-Preciosa.- dije yo mientras le guiñaba un ojo.- y la "gran ciudad" también.

- Lo es.- afirmo ella.- Por cierto, hoy dormirán en la iglesia del pueblo, yo mientras tanto…

- Usted lo que puede hacer, querida esposa, es...- dije yo hasta que ella me interrumpió una vez más.

- No amigo, no, yo no dormiré con vosotros, estaré cerca, en esa casa de huéspedes que ven junto a la iglesia. Por la mañana, al amanecer, seguiremos el viaje. Tú dormirás con tu amiguito Walter… Aquí tenéis la cena.- dijo mientras extraía un cesto con viandas del maletero.- Os espero a las 6 en la puerta del templo.

-Sí. de acuerdo. Pero créame, no era eso lo que le iba a decir. -repliqué yo.- Simplemente quería hacerle ver que no ha puesto el freno de mano a su bonito carro, pero… ¿ha dicho “amigo”, “vosotros”, “tú”…? Vaya, vaya señorita Karina, a ver si es que va a tener corazón y todo… Buenas noches, muy buenas noches...- me despedí mientras Walter volvía a no poder reprimir su risa contagiosa.

La noche resultó placentera, reconfortante en aquel templo de cúpula rojiza. Antes de caer rendido y nadar entre sueños, le expuse a mi amigo la atracción que sentía por Karina a la que cada vez sentía más cercana y abierta, él en cambio, seguía desconfiando. 

Yo dormí en uno de los bancos de la iglesia el más cercano al altar, me apetecía despertar y ver esa maravillosa pintura en lo alto de la cúpula justo antes de poder ver a la bella Karina; Walter, en cambio, como si tuviera algún pecado que confesar, prefirió dormir apoyando su cabeza en el reposa pies del confesionario. 

A la mañana siguiente, a las seis en punto estábamos fuera de la iglesia. El coche de Karina ya no estaba allí, ni tampoco había rastro de ella. Los que sí nos esperaban en cambio, eran los dos todoterreno que el día anterior inspeccionaron nuestro vehículo en aquel control.

2018/04/06

WIR WÜNSCHEN: UNENDLICHKEIT - Capítulo 3: ZURÜCK ZUM HORROR

Temprano partimos sin saber a dónde. Karina Ruocco conducía una vez más aquel moderno y potente coche. Tuvimos que pasar dos puntos de control y en ambos los soldados se cuadraron nada más ver a la Señorita Ruocco y aquel distintivo en el frontal del parabrisas. 

Rasso se había despedido de nosotros tras almorzar deseándonos no la mejor de las suertes, sino la mejor de las justicias.

- En cuanto todo esto acabe, espero volver a verles por aquí y ojalá sea acompañados de mi primo y su familia.

-Dios quiera que así sea, Don Rasso.- Respondió Walter mientras le ofrecía su mano a modo de saludo.

- Gracias por todo de corazón amigo. Ha sido un honor. Resulta esperanzador ver que aún queda gente como usted, como toda su familia. Danke schon .- Me despedí yo. 

- Cuide de ellos, Karina. Nos vemos a su regreso. Auf wiedersehen

A lo que la bella muchacha respondió afirmativamente con un gesto, sin mediar palabra. Cogió las llaves del carro, un par de fotos que nos habían realizado a Walter y a mí el día anterior y una cesta llena de comida.

Una vez habíamos dejado la urbe atrás, comenzó a extenderse ante nosotros una gran llanura, tan solo rota por alguna que otra pequeña colina redondeada y coloreada por la gran cantidad de trigo que terminaba por abastecer a las abadías y fábricas cerveceras que rodeaban la ciudad. En una de ellas paramos tras haber recorrido unos 30 kilómetros dirección norte, justo al lado de un pueblo que según ponía en los carteles se llamaba Freising.

- No os mováis del coche.-Comentó Karina- no tardaré más de diez minutos.

- ¿No podemos acompañarla? puede que la echemos de menos si tarda más de lo esperado.- comenté yo en tono jocoso esperando una respuesta cómplice en la misma línea por parte de ella que jamás llegó.

- Ñaaa... es una posibilidad, pero va a ser que no. Mientras tanto pueden disfrutar del olor que desprende el primer mosto de la birra.

Despareció por la entrada más cercana a una chimenea alta de ladrillo naranja, mientras Walter me explicaba que nos encontrábamos en la que posiblemente era la cervecería más antigua del mundo. Una auténtica universidad de la cerveza, Weihenstephan

- Es guapa ¿eh? le dije a mi amigo.

- Sí lo que tú quieras, Vasco, pero yo aún no me fío de ella. -me dijo Walter- No sé de qué lado está. recuerda que ayer saludaba a todos esos criminales en las cervecerías, es conocida por todos en München y ni siquiera le paran en los controles.

Walter tenía razón en aquello que expresaba. Siempre tan negativo, sí, pero no nos quedaba otra opción, confiar en ella o... confiar en ella. Si la libertad verdaderamente no era un objetivo sino el camino, ésta tenía el nombre de Karina impreso en su ser. 

En menos tiempo del esperado, la Señorita Ruocco volvió al coche arrancó a la vez que nos lanzaba sin mirarnos siquiera, una tarjeta a cada uno. Ambas tenían las fotos que el día anterior nos realizaron en casa de Rasso.

- Bien Walter, como ve usted mantiene su nombre y apellido -dijó Karina mientras arrancaba el coche y ponía rumbo a quién sabe dónde-, incluso su lugar de nacimiento, Bayreuth. Don Alberto estaba convencido de que esta es la mejor opción para mantener su vida a salvo. Y usted... 

- ¡Epaaa! -interrumpí a la bella conductora-  ¿y este nombre? ¿alguien quiere declararse en este coche sin saber muy bien cómo y no somos ni Walter ni yo? 

- Pues como no sea el gato que llevo en el maletero por si reventamos una rueda no sé yo quién puede ser- lanzó con ironía la joven mirándome de reojo-. Dejesé de tonterías y escuche.

- Tutéenos- le reproché.

- Usted. como ve, será de Licusati a partir de ahora, provincia de Salerno.

- Sí eso veo, italiano, pero ¿y el nombre?- cuestioné con interés y una sonrisa un tanto socarrona.

- Su acento latino suponemos que podrá pasar desapercibido para los alemanes, no creemos que diferencien la entonación italiana de la española.

- Vasca- Soltó con una sonrisa Walter recordando las bromas que realizábamos junto a Alberto en el campo.

- Ya y el nom...

- Sí, ok. -interrumpió ella- usted será mi marido a ojos de los alemanes.

- Antonio Ruocco... ¿de verdad que no siente aunque sea un ligero sentimiento de cariño hacía mí? no sé ¿quizá algo así como lo que siente un perrillo hacía su amo?

- Más bien algo así como lo que siente un amo hacía su perrillo, sí... recuerde, usted es mi marido tan solo a los ojos de ellos, pero yo no soy su mujer.- expresó cortante una vez más.

- Está bien, está bien -me resigné-. por algo se empieza...

Tan solo entonces creí intuir el disimulo de una una pequeña sonrisa en el diminuto vibrar lateral de sus labios. 

Fue entonces cuando Walter provocó un retorno ipso facto a la más cruda realidad al leer en voz alta uno de los carteles que marcaban la salida de aquella vía rápida: 

- Dachau. 
El silencio se apoderó del momento a la vez que las imágenes comenzaron a pasar una tras otra en nuestra mente. Las torturas, los recuentos de nuevo, aquel olor terriblemente penetrante que partía de aquella chimenea al otro lado de la valla, de la enorme puerta que cada día más gente llegaba a traspasar en un una sola dirección sin vuelta atrás, sin retorno, el apilamiento en las literas, los gritos que llegaban desde la supuesta enfermería allá junto a las celdas para unos cuantos "elegidos". Y Borja Mari. Imaginarlo allí, abrazando a sus hijos como tan solo ocurría una vez al mes, era la peor y a la vez la mejor de las imágenes. Su único deseo mientras eramos compañeros de campo de concentración, su única ilusión era que llegará ese momento. Ojalá en ese mismo instante, allá adentro, se encontraran todo rodeados por los brazos del gran Wittelsbasch, aunque seguramente no. Él seguía adentro y si no llega a ser por Borja Mari, nosotros, Walter y yo, aún estaríamos presos en aquel infierno nazi. 

WIR WÜNSCHEN: UNENDLICHKEIT - Capítulo 2: MÜNCHEN

No había tiempo que perder. Ella nos estaba esperando ya en la cima de la colina, apoyada sobre la barra de protección desde la que poder ver la grandeza del olímpico Bávaro. Parecía tranquila, muy tranquila a pesar de estar jugándose su vida por nosotros. En seguida nos prestó ropa nueva para pasar desapercibidos, se presentó y nos guió hasta el vehículo que nos llevaría posiblemente al centro de Münich.

- Ich bin Karina Ruocco. Pónganse esta ropa sin llamar la atención y síganme. - Dijo con cierto acento italiano. 

Walter y yo asentimos. Nos vestimos rápido, un tanto avergonzados, eso sí, por la presencia de la Señorita Ruocco. Era bella, con una sonrisa cautivadora e infinitamente segura de sí misma. Prácticamente no hablaba pero daba la impresión de que su sola mirada decía tanto como pudiera ella expresar. Mientras descendíamos de la colina siguiendo sus pasos yo no podía dejar de mirarla. 

- Iremos en coche a Marienplatz hasta la residencia de Rasso, el primo de Alberto.

Que raro se me hacía escuchar ese nombre, Alberto, en el campamento nadie le llamaba así. Para la mayoría era Wittelsbach y para mí, que no sabía pronunciar aquel apellido alemán, ni me podía acordar de las cuatro palabras que componían su nombre compuesto, él era cariñosamente Borja Mari, el consentido del campo.

- ¿Marienplatz? eso está en el mismo centro de la ciudad ¿no será peligroso? nos pueden reconocer. -Expuso Walter un tanto preocupado.
- Sí, lo es. Así que no preguntes tanto y poneos las dos pelucas que tenéis en el maletero. 

Definitivamente ella no mostraba la más mínima preocupación. Una de dos, o le importábamos más bien poco o tenía todo tremendamente calculado y bajo control. Walter y yo nos pusimos aquellos pelos postizos y nos lanzamos una mirada cómplice que venía a significar algo así como: "dejémonos llevar, no tenemos otra alternativa. Cualquier cosa será mejor que retornar allí", para que finalmente Walter soltase lo que supongo que era una broma para quitar tensión al momento:

- Por cierto vasco despeinado, estás muy guapo -guiñándome un ojo. 
- ¡Tú tampoco estás nada mal, locaza! - le respondí siguiéndole el juego, a la vez que los dos entrabamos en la parte trasera del coche.
- No. Uno de vosotros ha de ponerse delante. No soy una taxista y haced el favor de peinaos con raya al costado, como mandan los canones, no quiero levantar sospechas.


Tenía lógica lo que Karina decía, así que en seguida me decidí a ser yo quien la acompañara

en la parte delantera del vehículo. Me limité a dejarme llevar, a disfrutar de todo aquello que podía ver a medida que nos adentrábamos en la ciudad. De un coliseo a otro. Las luces del Allianz Arena estaban apagadas ya cuando pasamos junto a él. Más adelante me sorprendió ver una edificación que parecía traída directamente de oriente. Como tantas otras veces, debí de ser bastante expresivo porque en seguida Walter me explicó que aquello se llamaba Chinesischer Turm y que estábamos en los llamados jardines ingleses.

- Es uno de los parques de ciudad más grandes del planeta. El pulmón verde de München. -Añadió Karina mostrando conocimientos y tranquilidad a la vez.

En seguida nos encontramos en el corazón de la capital Bavara. Increíble pero cierto, hacía tan solo unas horas, aquellos mismos militares para los que tan solo eramos un indeseado número, ahora nos saludaban al pasar junto a ellos en aquel carro conducido por aquella preciosa y aparentemente importante y poderosa mujer.

Paramos ante un edificio imponente, uno de los más elegantes en un entorno ya de por sí cuidado y majestuoso. No pasaron cinco segundos y un hombre, aparentemente el mayordomo del lugar, nos abrió el portón para que el coche pudiera traspasar la entrada y quedar aparcado en el precioso patio interior de aquella casa.

- Seguidme -dijo Karina-, Rasso nos estará esperando en su despacho.

Entramos en la vivienda y ascendimos dos de los tres pisos que completaban la misma. Walter miraba a izquierda y derecha, arriba y abajo, cada detalle, cada decorado del lugar, cada cual más exquisito y recargado que el anterior. Cuadros realistas, paredes pintadas con representaciones de estilo romántico, lámparas enormes bañadas en oro y muebles de madera tallada inundaban cada espacio de aquel lugar sin dar una sola opción al blanco y al negro, todo era color, lujo en aquel lugar. Mi amigo, boquiabierto y cuasicegado por lo que veía a su al rededor, tropezó con uno de los escalones denotando su sorpresa ante tanta opulencia; yo, la verdad, podría haber hecho lo mismo, pero no por el lugar y su decorado, sino por aquella mujer y sus curvas de las que no podía despegar mi mirada. 

- Guten morgen. Rasso, soy Rasso, primo de Don Alberto, aunque eso tan solo lo sabemos nosotros es mejor que sea un secreto, no creo que a muchos de los que custodian este edificio les haría gracia saberlo. 

Respondimos con respeto al saludo de aquel hombre elegante y espigado, que se encontraba en una sala de trabajo tan elegante o más que el resto del edificio. 

- La Señorita Ruocco les guiará hasta que puedan estar a salvo definitivamente. Hoy pasarán el día en la ciudad y dormirán en mi casa, mañana ya partirán lejos de aquí tal y como Don Alberto me indicó que deben hacer, mientras tanto compórtense con total naturalidad, tomen una ducha, límpiense, aféitense, no olviden llevar siempre tapado sus antebrazos y aparenten ser uno más. Willkommen.

Una ducha caliente, música para mis oídos. Con dificultad recordaba la última vez que me duche, como para recordar la última vez que lo hice con agua templada. Habíamos pasado de ser casi uno menos, a tener que aparentar ser uno más. 

- Les espero en la entrada del edificio. En cuanto acaben debemos salir a alternar en las distintas cervecerías de la ciudad. Hoy es festivo, día grande en la ciudad. -Comentó la Señorita.
- No nos trate de usted, Doña Karina. -Contesté intentando ser más cercano. -Y mil gracias por la ayuda y por poner en peligro su integridad por dos don nadies como nosotros.
- Acicálense, les espero abajo, no tenemos tiempo que perder. -fue su respuesta.

Desde luego aparentaba ser tan bella como cortante y dura ¿sería su propia forma de ser o una fachada expuesta por las circunstancias, por el momento que le había tocado vivir en medio de aquel infierno en el que ella parecía ser el único ángel? Daba igual, poco importaba. Lo cierto es que ese carácter la hacía más atractiva aún.
Llegada la noche, pasado un día entero lejos de aquel calvario, aún bajo la influencia de las cinco cervezas, la tripa llena y el cansancio acumulado creo que ni Walter ni yo sabíamos muy bien si lo vivido a lo largo de esas últimas horas, era un sueño o realidad. 

Atrás quedaban la Urböck en Hofbrauhaus¨, las Weissbier en Der Pschorr y Augustiner Keller, incluso aquella insulsa helle en Paulaner o la dunkel en Scheneider Weisses Brauhaus; los brezel con y sin queso, el schnitzel y sobre todo un plan trazado, al menos aparentemente a la perfección, por nuestro gran amigo Borja Mari Wittelsbach y genialmente ejecutado por algún sobornado soldado y aquella preciosa Karina Ruocco.