
¿Munich? no digo que no, tan solo digo hoy no ¿Vuelta a España? algún día será, ahora no. Dejo en Standby estos proyectos, los incluyo en la sección "
ametsak" y me centro en "
ametsaived", importante soñar, vivir en la sala de espera de la felicidad, pero tan importante o más es entrar en ella. Llega la hora de hacer realidad uno de esos proyectos que tantas veces ha sido revisado, es el momento de desempolvarlo y un poco a lo loco, pensando lo justo y sin mucha preparación, adentrarme en él: Danubio y una nueva trilogía.
Aterrizar en Viena justo antes de anochecer te permite coger su metro en Naschmarkt sin saber prácticamente que estás dentro de él y salir en el corazón de la capital austriaca, en el centro de la Ringstrabe, en Stephanplatz, obteniendo así la primera visión de la verdadera Viena en forma de catedral de San Esteban, que puestos a pensar un poquito, para un Oiartzuarra es como viajar y aparecer en la plaza de su propio pueblo.

Callejear por toda la zona interior del anillo, te permite ver la calidad de vida de la gran mayoría de Vieneses. Se respira un aire acomodado y de alto nivel adquisitivo que corroboran sus precios, sus edificios o la calidad de su transporte público, además de, por supuesto, un nivel cultural especialmente en lo musical, elevado. Quizá por ello la imagen por excelencia de Wien que me viene a la mente hoy al pensar en ella, es además de aquella fiesta en
Heldenplatz con un montón de gente vestida de Tirolés comiendo salchichas y bebiendo buena cerveza, es la de su Ópera. Grande arquitectónicamente pero más grande aún, si uno piensa en lo que allí se ha vivido y se siente lo que transmiten sus espectáculos y su gente.

Me encantaron sus parques con hamacas públicas respetadas, compartidas y cuidadas, sus conciertos al aire libre, el mercado de Naschmarkt que se sale de la imagen pija que envuelve la ciudad y me cautivó especialmente Prater; ese parque de atracciones insertado en la ciudad como si fuese lo que es, no más, no menos que un barrio de Viena. El lugar donde salirse de la rigidez y lo clásico típico en la capital, y lanzarse al vacío para hacer subir la adrenalina o iniciar una etapa donde lanzarse a una de las mejores aventuras vividas hasta el momento con la centenaria Wiener Riesendar como testigo.
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